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PARA REFLEXIONAR

DA A CONOCER ESTE MENSAJE Ó PÁGINA A LA MAYOR CANTIDAD DE CONTACTOS POSIBLE ASÍ DE SIMPLE OBTENDRÁS LOS BENEFICIOS QUE LA VIRGEN PROMETIÓ Y QUE ESTE MENSAJE POSEE. ...

PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES

Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente.
(considerando sus lágrimas y dolores) con siete Avemarías. Santa Brígida.
  1. Pondré paz en sus familias.
  2. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
  3. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
  4. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
  5. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
  6. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
  7. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.

LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN
  1. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en profundo dolor al oírle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. De este modo quiso el Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría y Gloria.
  2. La persecución de Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida del Niño Dios. (Rezar Avemaría y Gloria.)
  3. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) ¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y calcular tormento que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para contigo. (Rezar Avemaría y Gloria.)
  4. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. (Rezar Avemaría y Gloria.)
  5. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos esbirros del infierno traspasando con duros clavos los pies y manos del salvador! Todo lo sufriste por mi amor. "Gracias, Madre mía, gracias." (Rezar Avemaría y Gloria.)
  6. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre? ¿Recordabas cuando Él era pequeño y lo acurrucabas en tus brazos?. Por este dolor te pido, Madre mía, morir entre tus brazos. (Rezar Avemaría y Gloria. Rezar Avemaría y Gloria.)
  7. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta, tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia. (Rezar Avemaría y Gloria.)
Practicamos esta devoción rezando, todos los días, siete veces el Avemaría y el Gloria mientras meditamos los siete dolores de María (un Avemaría y Gloria en cada dolor). María quiere que meditemos en sus dolores. Por eso al rezar cada Avemaría y Gloria es muy importante que cerrando nuestros ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de esos momentos tan dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos de esta devoción: empezaremos a vivir nuestros dolores de una manera distinta y le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.

Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo. Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?

"Dios te salve, María, llena eres de gracia"… susurro en el banco de mi Parroquia, siguiendo a las señoras que rezan el Santo Rosario…
Tantas veces he repetido la misma oración, tantas… como compañera de penas y alegrías, llenando las soledades del alma y compartiendo también el gozo…

Bellas palabras, dulces palabras, pensar que a veces, por repetirlas apurada, no alcanzo a sentir su perfume y suavidad….
- Madre ¿puedo preguntarte algo?- y mi corazón se hace pequeñito bajo tu manto en la imagen de Nuestra Señora de Luján.
- Lo que quieras hija. Como tu Mamá que soy, mi alegría es aconsejarte y guiarte.
- María ¿Qué sucede en tu corazón cada vez que tus hijos decimos el Avemaría?
Pareciera que hasta mi ángel guardián dejó de batir sus alas para escuchar. Mi corazón también se quedó asombrado ante mi propia pregunta. Y tu silencio perfumó el aire, y todos los santos del cielo y la corte celestial se preparó a oír tu respuesta….
Y yo estoy allí. En medio de todos y me siento muy pequeña, pero muy amada… muy pecadora, pero inundada de la Divina Misericordia ….

Y tus palabras tienen la fuerza para llenar no sólo mi vida, sino también la eternidad…
- Hija, El Avemaría comienza con la salutación angélica…"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc1,28)"… Piensa, considera esas palabras… fueron dichas de parte de Dios por uno de los primeros príncipes de la milicia celestial, el Ángel Gabriel. Su fin era la Encarnación de la Sabiduría Eterna. Por ellas Dios se hizo hombre y yo, una Virgen, soy la Madre de Dios. Cada vez que escucho estas palabras, querida mía, siento en mi Corazón renovarse la alegría de aquel día, siento nuevamente la fragancia del Ángel y mi gozo es inmenso al recordar el momento en que la inmensidad de la Eterna Sabiduría hizo su cuna en mi vientre y en mi corazón. Todas las palabras del mundo no alcanzan a expresar ni el más pequeño de mis suspiros. Por ello, hija mía, cuando repites el saludo del Ángel, no creas que estás sola, pues toda la Corte Celestial me vuelve a saludar….

El silencio ha huido del recinto de la parroquia, el cual se halla inundado del batir de alas de Ángeles que vuelven a decir en celestial armonía "Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo"… Y me siento demasiado pequeña, pero también me siento demasiado amada…. Demasiado amada como para sentirme pequeña.

Y me llevas de la mano a visitar a Isabel, y hasta el viento canta en tu honor su canción repetida…
Y me hallo diciendo a coro, con las señoras de la parroquia y con Isabel "Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1,42) Jesús"…
Y me miras feliz… feliz… Tu Corazón se explaya en palabras de alabanza y agradecimiento al Dios Altísimo y vuelves a cantar el Magníficat: "Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador…(Lc 1,46-47)"

- Querida mía, cada vez que repites el saludo que Isabel, llena del Espíritu Santo, me diera en aquel gozoso día, tus alabanzas las remito, gozosa, a Aquel que es causa de mi alegría. Oye, hija, oye con tu corazón como todo el cielo se regocija al ver a Jesús, mi amado Hijo, alabado y glorificado por haber salvado a los hombres…
Permaneces en silencio, junto a mi corazón, en el banco de la parroquia. Aun no ha terminado este Avemaría, el más profundo que haya dicho en mi vida… me pides que continúe.
Hasta imagino que toda la corte Celestial, que te cantaba alabanzas, está ahora en silencio para escuchar mi petición.
Y mi voz es apenas un susurro:
- Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora…

Y vuelven a mi corazón las palabras de aquel pequeño librito (*)"Virgen María, rosa de oro, toda suave y bella, ruego que lleguen a ti mis oraciones, que elevo con insistencia. Por medio de ellas yo golpeo a la puerta de tu morada en la casa del Señor, confiado en tu generosa misericordia ahora y en cualquier momento de tribulación, porque eres Madre de la misericordia y a través de ti el pecador alcanza la más grande esperanza de perdón."
Tu mirada piadosa, serena y dulce es un bálsamo a mi corazón… continúo, de tu mano, Madre….
- y en la hora de nuestra muerte. Amén.

- Hija, te explicaré esta última frase del Avemaría. A mis fieles servidores y servidoras, a mis devotos y devotas, en los últimos instantes de su vida, me acercaré y tomándole entre mis brazos, rogaré por ellos y por ellas a mi Hijo con estas palabras: "Amorosísimo Hijo mío, ten piedad de tu siervo, de tu sierva, que me ama y me alaba, como tu mismo has visto y conoces. Los santos ángeles me anunciaban los frecuentes saludos que brotaban con devoción de sus labios al recordar mis gozos…No se alejó nunca de nosotros sin darnos un beso de amor y se ha compadecido de mis lágrimas. Concédele hallar misericordia ante Ti. Te suplico fuertemente en su favor junto con todos tus ángeles y santos" (*)

Las señoras de la parroquia han terminado el Rosario y se van retirando una a una. La luz de la mañana y el perfume del jardín entran por las puertas y ventanas abiertas. Pero ahora siento que hay otras puertas abiertas que se están llenando del más exquisito aroma. Son las puertas de mi corazón….
¡Que grande es la excelencia del Avemaría! ¡Cuantas cosas pasan en tu Corazón, Madre mía, al repetir unas palabras que vienen de Dios!!!

¡¡¡Pensar que muchas veces sentí que lo rezaba sola!!¡¡¡Que equivocada estaba, pues toda la corte celestial rezaba conmigo y tu Corazón, Madre, se enternecía de purísimos gozos!!!
- Madre, Madre mía…. –y las palabras se retiran una a una y se inclinan reverentes ante la Madre-Te amo, te amo y quisiera amarte con toda la capacidad de mi corazón…Pero...-y mis ojos buscan el suelo, pero tu mirada los rescata y los guía- muchas veces pasan por mi cabeza mil pensamientos cuando rezo, y me esfuerzo para ahuyentarlos. Algunas veces lo logro, otras no…Te confieso Madre, que nunca creo haber rezado un solo Avemaría sin alguna distracción, y eso me entristece.

- Hija, hija mía, no sientas pena. Verás, para que te quedes tranquila te diré que yo conozco la intención que tienes al comenzar la oración y también conozco tus luchas y esfuerzos por ahuyentar los pensamientos que van y vienen. No te desanimes por las distracciones involuntarias, que son propias de tu naturaleza, solo aléjate de las distracciones voluntarias al rezar…. Además, debes saber, que cuanto más esfuerzo haces por ahuyentar tus pensamientos y concentrarte, más meritorio es tu Avemaría…. Así que, hija, sigue regalándome tus Avemarías, aunque sientas que tu cabecita quiere volar por otros temas, no te desanimes, que tu esfuerzo perfuma tu oración.

En mi alma, llena de amor y de asombro, nace una palabra:"Gracias", gracias Padre, por darnos a María, gracias Jesús, por darnos a tu Mamá para que sea nuestra Mamá, gracias Madrecita por contarme estos secretos tan hermosos que son luz para mi alma…
Hermano mío, hermana mía que lees estas líneas ¿Me acompañas a rezar un Avemaría?. ÁNIMO QUE DIOS TE AMA Y MAMITA MARIA TAMBIEN Y LOS ESTA ESPERANDO.

María (madre de Jesús
El nombre de María
Vida
Padres y familia
Matrimonio de María
Anunciación
La Visita a Isabel
Nacimiento de Jesús
María en el Cristianismo

María en la Iglesia Católica
Cuestiones teológicas
Apariciones de María
Oraciones Marianas
María en la Reforma protestante
María en la Iglesia Anglicana
María en el Islam

Bienaventurada Virgen María
Bienaventurada Virgen María
La Bienaventurada Virgen María en el catolicismo
Maternidad divina
Inmaculada Concepción
Perpetua Virginidad
Asunción de María
Algunas citas de los Santos sobre ella
Ave María
El Ave María
En latín
Salve
  1. La narración se originó aparentemente en el Siglo XVI, y relata un hecho ocurrido en el Siglo XII;
  1. El silencio de los contemporáneos y de los compañeros del santo es de cierta significación;
  1. El argumento musical sugiere un único autor tanto de la antífona como de sus palabras finales.
Historia
Encina de las apariciones
Cronología de eventos en Fátima
  • 13 de mayo de 1917, primera aparición de la Virgen a los tres pastorcitos en Fátima.
  • 13 de octubre de 1917, última aparición de la Virgen a los tres pastorcitos y milagro del sol. Este milagro fue presenciado por 70.000 personas, entre ellos periodistas y los considerados "librepensadores" de la época que quedaron estupefactos ante el hecho. El periodista Avelino de Almeida, del diario liberal y anticlerical O seculo, repitió reiteradamente en su relato: "yo lo he visto... yo lo he visto".
  • 28 de abril de 1919, se inicia la construcción de la Capilla de las apariciones.
  • 13 de octubre de 1921, se permite por primera vez celebrar la Santa Misa.
  • 13 de octubre de 1930, el obispo de Leiria declara dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima.
  • 13 de mayo de 1931, primera consagración de Portugal al Inmaculado Corazón de María, hecha por el Episcopado Portugués, siguiendo el mensaje de Fátima.
  • 31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII, hablando en portugués por la radio, consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo mención velada de Rusia, según pedido por Nuestra Señora.
  • 13 de mayo de 1946, la estatua de Nuestra Señora de Fátima ubicada en la capilla es coronada por el Cardenal Marsella, Legado Pontificio. La corona fue ofrecida por las mujeres portuguesas en agradecimiento por haber librado a Portugal de la Segunda Guerra Mundial.
  • 13 de mayo de 1967, el Papa Pablo VI viaja a Fátima en el cincuentenario de la primera aparición para pedir la paz del mundo y la unidad de la Iglesia.
  • 12 y 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viaja a Fátima como peregrino para agradecer el haber salido bien del atentado sufrido exactamente un año antes en la Plaza de San Pedro y consagra la Iglesia, los hombres y los pueblos, al Inmaculado Corazón de María, haciendo veladamente mención de Rusia.
  • 25 de marzo de 1984, el Papa Juan Pablo II consagra una vez más, el mundo al Inmaculado Corazón de María, en unión con todos los obispos del mundo que previamente habían sido notificados para que se uniesen con Su Santidad en esta consagración, en la plaza de San Pedro, delante de la Imagen de la Virgen. Más tarde Lucía asegura que esta consagración satisface la petición hecha por la Virgen.
La Carta de la Virgen de Fátima
Etimología
Características
Atributos de la Iglesia Católica
Doctrina esencial
Estructura organizativa

  • Los obispos: se encargan de cada diócesis. Son ayudados por los presbíteros y los diáconos. Ningún obispo, aunque haya sido nombrado cardenal, tiene autoridad sobre otro, sino que cada uno depende directamente del Papa.
  • Los cardenales: ayudan al Papa en la acción pastoral de la Iglesia Católica universal y en la administración del Vaticano y la Curia Romana. Cuando el Papa muere, eligen al sucesor en un cónclave. Colectivamente forman el Colegio Cardenalicio. Los cardenales son elegidos personalmente por el Papa.
  • El Papa: es electo por el Colegio de Cardenales, reunido en cónclave. En 1871, el Concilio Vaticano I hizo énfasis particular sobre la ya existente doctrina de la infalibilidad papal, lo cual ha generado hasta el día de hoy grandes polémicas. Él desarrolla su ministerio coadyuvado por dos grupos de colaboradores: los cardenales y el concilio ecuménico.
  • El concilio ecuménico: asamblea de todos los obispos del mundo presidida por el Papa, es convocado cuando hay que tomar las decisiones más importantes, en materia de fe (dogmas) y de moral.
  • 113 Conferencias Episcopales.
  • 6 Asambleas de Ordinarios.
  • 14 Conferencias Internacionales diversas.
Congregaciones y órdenes
  • Órdenes religiosas de derecho diocesano: dependen del obispo de la diócesis en la que han sido reconocidas.
  • Órdenes religiosas de derecho pontificio: dependen directamente del Papa, aunque deben trabajar en comunión con los obispos de las diócesis en que actúan.

María de Nazaret, la madre de Jesús.
María (en arameo מרים Mariam ) es el nombre que se usa en los evangelios para referirse a la madre de Jesús de Nazaret. Para los cristianos católicos, ortodoxos, anglicanos y otros grupos cristianos orientales, son más usadas las expresiones «Santísima Virgen María», «Virgen María» y «Madre de Dios». En el Islam se usa el nombre árabe Maryam.


Para los hebreos el nombre no era un simple apelativo, estaba íntimamente ligado a la persona, por ello usaban nombres que describirían la personalidad, el carácter, así es muy usada la expresión "su nombre será tal" cuando se quería designar una misión o carácter especial al niño por nacer.
María es un nombre conocido en el Tanaj o Antiguo Testamento por haber sido nombre de la hermana de Moisés y Aarón,[1] originalmente escrito como Miryām, la versión de los Setenta lo menciona como Mariám (Mαριαμ), el cambio en la primera vocal señala tal vez la pronunciación corriente, la del arameo, que se hablaba en Palestina antes del nacimiento de Cristo. Al igual que con los nombres de Moisés y Aarón, que fueron tomados con sumo respeto, el de María no se usó más como nombre común, pero la actitud cambió con el tiempo y fueron puestos como señal de esperanza por la era mesiánica. En el texto griego del Nuevo Testamento, en la versión de los Setenta, el nombre usado era Mariám[2] María sería probablemente la forma helenizada de la palabra.
Aunque en la Edad Media se le buscó significados más piadosos que exactos, bajo los actuales descubrimientos arqueológicos, "Alteza" o "Ensalzada" son los significados más cercanos al nombre de origen hebreo.
María es asimismo conocida como "Estrella de los Mares" o "Estrella del Mar" (Stella Maris). Dicho nombre procede de la interpretación de un pasaje del Antiguo Testamento, primer libro de los Reyes, 18:41-45.


María madre de Jesús. Carlo Dolci.

María es mencionada por su nombre por primera vez al escribirse el evangelio más antiguo, el evangelio según san Marcos, pero de forma tangencial.[3] En el evangelio según san Mateo se la menciona con motivo de la narración de la concepción milagrosa de Jesús y de su nacimiento y huida a Egipto. Aquí el evangelista menciona que es María aquella de quien habló el profeta Isaías al decir: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".[4] El evangelio según san Lucas es el que más datos da sobre María, al desarrollar con más detalle los temas de la infancia de Jesús, algunos de los cuales se amplían más abajo: la Anunciación, la Visita a Isabel, el Nacimiento de Jesús, la Presentación de Jesús en el Templo (aquí el anciano Simeón le profetiza: a ti misma una espada te atravesará el corazón,[5] aludiendo al dolor de María durante la Pasión de su Hijo) y la pérdida de Jesús y su hallazgo en el templo. También es san Lucas quien dice que María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.[6] En el evangelio según san Juan, Jesús hace su primer milagro a pedido de ella, en Caná. Y en la cruz, la entrega como madre a san Juan mismo, y san Juan es entregado a María como hijo. La teología católica y ortodoxa destaca, a raíz del milagro de Caná, la eficacia de la intercesión de María ante su Hijo; y en la entrega al pie de la cruz, la proclamación simbólica de María como Madre de la Iglesia, es decir, de todos los cristianos, figurados en la persona de Juan. También se le menciona en los Hechos de los Apóstoles[7] como miembro destacado de la comunidad cristiana primitiva.

Sobre sus padres, la Iglesia Católica ha tomado los nombres de Joaquín y Ana como los de sus progenitores, pero no se sabe a ciencia cierta sus nombres verdaderos, los que existen son tomados del Protoevangelio de Santiago, uno de los evangelios apócrifos más famosos y tomado como referencia para muchos datos piadosos sobre la vida de la Virgen María.
No se tiene seguridad de si María tuvo hermanas, aunque la duda subsiste por ciertos datos del evangelio de San Juan y San Mateo quienes mencionan a una "hermana de su madre" quien sería María de Cleofás; Hegesipo menciona a esta María como esposa del hermano de José y por tanto cuñada de María pero no elimina la posibilidad de ser su hermana.
En el Nuevo Testamento, aunque en algunos pasajes se habla de hermanos de Jesús sólo dice que María es la madre de Jesús. La Iglesia Católica, las Iglesias Ortodoxas y la Comunidad anglicana, basadas en el uso del lenguaje hebreo de aquella época y en la tradición eclesial, interpretan este término como parientes, y declara que María permaneció siempre virgen. La mayoría de las confesiones protestantes (con excepciones como los luteranos), por su parte, dicen que María, después de la concepción virginal, tuvo otros hijos.
Los que afirman que María tuvo otros hijos, basan su argumentación en la interpretación literal de los textos bíblicos en los que se habla expresamente de hermanos de Jesús. En el idioma arameo así también en el hebreo no existe un término para indicar primo o un familiar cercano. Los Setentas, al traducir la Biblia hebraica al griego, cada vez que encuentran el término hermano, usan el término adelfos para indicar parientes incluso no muy cercanos. En el griego Koiné, griego coloquial de la época en que fueron escritos los Evangelios, si bien existía el término anepsios para indicar primos, no implica que su uso estuviera generalizado entre los hebreos.

Los evangelios hacen aparecer a María cuando narran la concepción de Jesús. Según lo que narran se puede ver que María en ese momento era prometida de José de Nazaret, quien era carpintero. Los relatos evangélicos se inician después de los desposorios de María con San José. El evangelio según san Lucas dedica dos capítulos a la concepción e infancia de Jesús. Es en Lucas también donde es llamada "muy favorecida", "bendita entre todas las mujeres", "madre del Señor". El apelativo "muy favorecida", frecuente en las traducciones prostestantes, se traduce en las biblias católicas en general como "llena de gracia" (siguiendo el "gratia plena" de la Vulgata). La Biblia de Jerusalén apunta en la glosa del evangelio según san Lucas 1,28 que este saludo en forma literal significa: "tú que has estado y sigues estando llena del favor divino".
Según la tradición judía de aquel momento, los jóvenes varones se desposaban entre los dieciocho y veinticuatro años, mientras que las jóvenes mujeres a partir de los doce años eran consideradas doncellas (na'arah) a partir de esa edad podían desposarse. El matrimonio judío tenía dos momentos, desposorio y matrimonio propiamente dicho: el primero era celebrado en la casa de la novia y traía consigo acuerdos y obligaciones, aunque la vida en común era preciso. Si la novia no había estado casada antes se esperaba un año después del desposorio para llegar a la segunda parte, el matrimonio propiamente dicho, donde el novio llevaba solemnemente a la novia desde la casa de sus padres a la de él.


Imagen de la Virgen utilizada para veneración y procesión.

La presencia de María en los relatos bíblicos comienza con la narración de la aparición del Arcángel Gabriel a María, según lo relata el evangelista Lucas en 1:26 al 28:[8]

"Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel, le dijo: ¡Salve, llena de gracia! (Gracia Plena) El Señor está contigo; bendita eres tú entre las mujeres."

María, ya embarazada, visita luego a su prima Isabel, ya que el ángel Gabriel le había anunciado que también ella, aunque ya anciana, estaba encinta, señal de que para Dios no hay imposibles. Viaja María a la ciudad de Judá, que actualmente se conoce como la ciudad de Aim Karim situada a seis kilómetros y medio al oeste de Jerusalén.

Al llegar María los evangelios narran que el niño que tenía Isabel en su vientre dio un salto que fue interpretado como de alegría, Isabel reconoce luego a María como la "Madre de su Señor"[9] y la alaba, María responde a Isabel con un canto de alabanza ahora llamado como "Magnificat"[10] canto inspirado en varios salmos que María debía conocer. En él, María predice que "todas las generaciones la llamarán bienaventurada".


Lucas narra el nacimiento de Jesús señalando las circunstancias del suceso.[11] Ante un edicto de César Augusto que ordenaba un censo, José y María viajan desde Nazaret en Galilea hacia Belén en Judea. Estando en Belén, llegó la hora de dar a luz y María no tiene un lugar para hospedarse mientras que Jose buscaba posada todas ellas estaban llenas por el censo, a esto el único lugar disponible es un pesebre del cual les sirvió de refugio para el nacimiento de Jesús.

Virgen de Candelaria, Patrona de Canarias se apareció a dos aborígenes guanches, antes de la Cristianización de las Islas Canarias

A pesar de ser una figura casi oculta en los evangelios (con pocas menciones), la atención sobre la persona de María fue creciendo con el paso de los siglos, apareciendo en las reflexiones sobre ella todo tipo de virtudes y cualidades.

Asunción de la Virgen María, por Annibale Carracis. Roma, Iglesia de Santa Maria del Popolo Como la doctrina de la Trinidad considera a Jesús una de las personas divinas (Padre, Hijo y Espíritu Santo), se le da a María el título de theotokos, 'Madre de Dios'. Según la teología católica, es correcto denominarla de esta forma pues Jesús unía en una misma persona dos naturalezas (la humana y la divina), y cuando se habla de María como Madre de Dios se refiere a María como madre de Jesús en toda su persona. El catolicismo encuentra correcto el referirse a María como Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, y Esposa del Espíritu Santo. Su razonamiento lógico es el siguiente; "Si Jesús es Dios y María es madre de Jesús, entonces María es Madre de Dios". La encarnación significa que en un instante la segunda Persona de la Trinidad, el Verbo, de naturaleza divina, asumió plenamente la naturaleza humana -sin menoscabo de su condición div
ina- al ser concebido milagrosamente en María. Como fue instantánea y esencial, María en ese momento empezó a ser madre de Jesús: hombre-Dios.

Mientras la Reforma disminuía la posición de María, en la Iglesia católica esta seguía creciendo. En 1854, se produjo la proclamación, por parte del Papa Pío IX del dogma de la Inmaculada Concepción: María fue liberada del pecado original en su propia concepción, de manera que vivió una vida completamente sin pecado, cuestión que tampoco es aceptada por los protestantes. Por tanto, la Iglesia Católica considera dogma de Fe que "la Santísima Virgen, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio concedido por Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original"

Por medio de la Constitución Apostolica "Munificentíssimus Deus" del Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de la Virgen el 1 de noviembre de 1950: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo". Al definir este dogma, Pío XII no hizo más que definir solemnemente lo que los fieles siempre habían creído, es decir, la "necesidad" de que la carne de la Mujer que había dado carne al Hijo de Dios escapara a la corrupción de la carne. Las confesiones protestantes niegan esta proposición.


Nuestra Señora de Guadalupe (siglo XVI) Basílica de Guadalupe, México

Según la Iglesia Católica y las Iglesias ortodoxas, es posible que María y los santos puedan comunicarse privadamente con los hombres. Los mensajes revelados a los videntes son consideradas por la Iglesia como revelaciones privadas (mensajes que pueden ayudar a la salvación).

Sin embargo, aunque la Iglesia apruebe una aparición como auténtica manifestación sobrenatural y diga que los mensajes están de acuerdo con la doctrina y tradición cristiana, estas revelaciones no son consideradas como una verdad de fe, lo que deja en libertad a los creyentes de aceptarlas o no. Las apariciones de María son indicadas en la teología católica con el término técnico de Mariofanías.


La historia de la Iglesia católica recuerda numerosas apariciones, de las cuales sólo algunas han sido aprobadas oficialmente. Entre las más conocidas podemos citar: Guadalupe (México, 1531), Lourdes (Francia, 1858), Fátima (Portugal, 1917), Medjugorje (1981), entre otras. Nuestra Señora de Gracia de Alcantarilla, patrona de belalcazarparroquia de Santiaguo el Mayor de Belalcazar, Cordoba. La oración mariana más antigua conocida es "Sub tuum praesidium" (Bajo tu protección: SUB tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genetrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta. Amen.

“Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, Oh Virgen gloriosa y bendita”.

Un papiro egipcio del siglo III (publicado por Roberts en Manchester en 1938) contiene la tan conocida oración Sub tuum praesidium (Bajo tu protección), que más tarde entraría a formar parte de las liturgias romana, ambrosiana, bizantina y copta. Esta oración es una invocación confiada en la protección de la Madre de Dios para que nos libre de todos los peligros y está considerada como la oración mariana más antigua. La razón de dicha confianza está clara: los primeros cristianos vieron en María a «la llena de gracia», la «bendita entre todas las mujeres».

Existen diversas oraciones marianas para venerar o pedir la intercesión de María , entre ellas se encuentran el Ave María, el Angelus, el Regina Coeli (que se reza en el tiempo litúrgico de Pascua en lugar del Angelus), la Salve y también el Bendita Sea tu pureza:

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea en tan preciosa belleza.

A Ti Celestial Princesa, Virgen Sagrada María,
Yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón.
Míranos con compasión, no nos dejes Madre Mía. Amén.

También es conocida la oración que comienza con las palabras el Oh señora mía:

"Oh señora mía, oh madre mía, yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón: en una palabra, todo mi ser; ya que soy todo tuyo, madre de bondad, guarda y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén."


La Reforma protestante se aleja de la veneración de María. El protestantismo acepta la concepción milagrosa de Jesús por obra del Espíritu Santo como una verdad bíblica, pero además, cuando las Escrituras se refieren a los "hermanos de Jesús", o cuando el apóstol Pablo escribe "Santiago el Menor, el hermano del Señor", lo interpretan literalmente, por lo que niegan la virginidad perpetua de María. Su razonamiento es que en aquella época no tener hijos era una afrenta y ninguna mujer deseaba ser vista como estéril, lo que más anhelaban era tener un hijo y ofrecerlo a Dios.


Sin embargo, el iniciador de este movimiento, Martín Lutero, dijo entre otras cosas:

María es la Madre de Jesús y Madre de todos nosotros aunque Cristo solamente fue quien reposó en su regazo... Si Él es nuestro, debieramos estar en su lugar; ya que donde Él está debemos estar también nosotros y todo lo que Él tiene debe ser nuestro, y su madre es también nuestra madre.
Sermón, Navidad, 1529

(Ella es) la mujer más encumbrada y la joya más noble de la cristiandad después de Cristo... ella es la nobleza, sabiduría y santidad personificadas. Nunca podremos honrarla lo suficiente. Aún cuando ese honor y alabanza debe serle dado en un modo que no falte a Cristo ni a las Escrituras.

Sermón, Navidad 1531
Sobre la Maternidad Divina:
... ella con justicia es llamada no solo madre del hombre, sino también la Madre de Dios... es cierto que María es la Madre del real y verdadero Dios".
Ref: Sermon on John 14. 16: Luther‘s Works (St. Louis, ed. Jaroslav, Pelican, Concordia. vol. 24. p. 107) Sobre la Inmaculada Concepción:

Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado.

Sermón: "Sobre el día de la Concepción de la Madre de Dios", 1527. Y sobre la virginidad perpetua de María.

Cristo... fue el único Hijo de María, y la Virgen María no tuvo otros hijos aparte de Él... Me inclino a aceptar a quienes declaran que los "hermanos" realmente significan "primos" aquí ya que el escritor sagrado y los judíos en general siempre llamaban hermanos a los primos.

Luther‘s Works, eds. Jaroslav Pelikan (vols. 1-30) & Helmut T. Lehmann (vols. 31-55), St. Louis: Concordia Pub. House (vols. 1-30); Philadelphia: Fortress Press (vols. 31-55), 1955, v.22:23 , v.22:214-15 / Sermons on John, chaps. 1-4 (1539) Otra importante figura del Protestantismo, Juan Calvino, escribió sobre este punto:

Helvidius mostró excesiva ignorancia al concluir que María debe haber tenido muchos hijos porque el término "hermanos" de Cristo es mencionado varias veces"

Harmony of Matthew, Mark & Luke, sec. 39 (Geneva, 1562), vol. 2 / From Calvin's Commentaries, tr. William Pringle, Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1949, p.215; on Matthew 13:55

(Sobre Mateo 1,25): La deducción que él [Helvidius] hizo, de que María no permaneció virgen más que hasta su primer parto, y que después tuvo otros hijos de su esposo... Ninguna justa y sólidamente fundada inferencia puede ser lograda a partir de esas palabras... como que tomara lugar después del nacimiento de Cristo. El es llamado el "Primogénito"; pero por el solo propósito de informarnos que nació de una virgen... lo que ocurrió después no nos es informado por los historiadores... nadie podrá sostener este argumento obstinadamente, excepto por un extremo apego a las disputas.

Pringle, ibid., vol. I, p. 107
Como se dice al comienzo de la sección, los continuadores del movimiento se han apartado de la idea de sus iniciadores -coincidente con la de la Iglesia Católica- sobre estos puntos.

Aunque la figura de María ha estado presente en la Iglesia Anglicana desde sus inicios, en el año 2005 se produjo un acercamiento teológico profundo de la Iglesia Anglicana a la figura de María. Este acercamiento se expresó en un documento publicado por la ARCIC (Comisión Internacional Anglicano-Católica) llamado "María: Gracia y Esperanza en Cristo" publicada el 16 de mayo del año 2005 la cual es la primera declaración conjunta anglicano-católica sobre el papel de la Virgen María en la doctrina y la vida de la Iglesia. Aunque no es un texto declaratorio, se ofrece a la iglesias para su estudio y evaluación. Una de las conclusiones del documento es que "es imposible ser fieles a las Escrituras sin prestar la atención debida a María".

Virgen María y Jesús. Miniatura persa antigua
En el Islam se llama Maryam bint Imran (مريم بنت عمران), esto es, María hija de Imran. Es considerada ejemplo de mujer virtuosa y tiene tanta relevancia como su hijo Jesús (ʿIsà عسى), a cuyo nombre se añade casi siempre el laqab o filiación "ibn Maryam" (بن مريم), esto es, "hijo de María". A María está dedicada una de las azoras o capítulos del Corán.

Según el Corán; la madre de María, esperaba tener un hijo varón a quien dedicar al servicio del Templo, siguiendo la tradición familiar. Dio a luz a una niña, en quien sin embargo se cumpliría la tradición, pues fue asignada al servicio sagrado. Fue confiada a la tutela del profeta Zacarías, quien se sorprendía, al visitar a su ahijada en el oratorio en el que ésta se encontraba retirada, de que siempre contara con alimentos que le eran enviados por Dios.

Como en la tradición cristiana, a María le fue anunciada la concepción sobrenatural de Jesús por un ángel. El Corán insiste, sin embargo, en que aunque tuvo un hijo por voluntad de Dios sin la intervención de un varón, Jesús no era en modo alguno un hijo del ser supremo. En el Corán no existe José: María dio a luz sola en el desierto, al que se había retirado con este propósito y en el que se alimentaba de dátiles y del agua de un riachuelo colocados allí por Dios. El hijo, por su parte, tiene en el Islam la consideración de profeta o enviado de Dios (véase el epígrafe "Jesús en el Islam" en Jesús de Nazaret).

María tiene en el Islam la envergadura espiritual de un profeta, sin serlo. En el Corán, el mayor error de los judíos en lo que a Jesús y María se refiere no es, como asumen los cristianos, el supuesto hecho de haber matado al hijo (cosa que, por otra parte, la tradición islámica niega que hicieran), sino el hecho de haber menospreciado y dudado de la virtud de la madre.

Una tradición atribuye a Mahoma el dicho de que Cinco son las mujeres más destacadas ante Dios: Asia, esposa del faraón, que cuidó de Moisés, y que creía en la palabra eterna de Dios pese a la opresión de su esposo y de su entorno; María la madre de Jesús; Jadiya, la primera esposa de Mahoma , que fue la primera creyente y lo apoyó en las épocas más difíciles de adversidad, y la otra su esposa Aisha, y Fátima, su hija menor y madre de sus nietos los imanes Hasan y Husain.

La Bienaventurada Virgen María, o su abreviación de Bienaventurada Virgen, es el título tradicional específico usado por los católicos y otros, para nombrar a María la madre de Jesús. El título lleva con él no sólo la creencia en su virginidad sino un reconocimiento especial del papel de la figura de María en la Iglesia Católica y en la vida de todo católico. Dicho papel fue proclamado solemnemente en el capítulo VIII de la Constitución Dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II que explica la figura de María dentro de la Iglesia Católica.
Otro título más popular y piadoso es el de Santísima Virgen María o Santísima Virgen o Nuestra Señora.

Para los católicos y ortodoxos María es aquella mujer que tiene el privilegio de ser la madre de Jesús, por lo que se le da el título de Madre de Dios (Theotokos: ‘útero de Dios’), de este privilegio nacen las demás prerrogativas de su culto. La teología católica propone a María como modelo de obediencia (Lucas 1,38) en contraste con la desobediencia de Eva (Gn 3,6) idea que se encuentra desde los Padres de la Iglesia. Así mismo María fue redimida por Cristo en lo que se conoce como «redención preventiva», impidiendo que el pecado original la afecte.


En la teología católica, la mediación de María nace de la mediación única y principal de Jesucristo (1 Tim 2,5-6) de la cual depende; en ese sentido es una mediación secundaria pero especial por su singular papel en el plan de la salvación.
Artículo principal: Theotokos 

Theotokos de Vladimir
Para la Iglesia Católica, la Iglesia ortodoxa y otros credos, María es Madre de Dios en cuanto es verdadera madre de Jesús que es Dios. María no engendró al Verbo (segunda persona de la Trinidad) ya que, como Dios, es eterno, pero sí a Jesús que es el Verbo hecho hombre. El razonamiento que se sigue es común a todo ser: Una madre no engendra el alma sino sólo el cuerpo de su hijo pero aún con la unión de alma y cuerpo es llamada madre de él. Así María es llamada Madre de Dios ya que engendró el cuerpo de Cristo que está unido substancialmente a la segunda persona de la Trinidad.

Esta maternidad divina, dentro de la teología católica, es la base de todas las prerrogativas que tiene María, siendo la de más alta dignidad.
La divinidad de Jesucristo, según lo entiende la Iglesia Católica, se encuentra afirmada en los siguientes textos de la Biblia:

En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Juan 1:1
Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Juan 20:28

A ellos también pertenecen los patriarcas, de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. Romanos 9:5 ...mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Tito 2:13 Y fue definida en el Concilio de Nicea, el cual declaró que Jesucristo es consustancial al Padre, es decir, verdadero Dios.
La doctrina de la maternidad divina se encuentra desde los inicios del cristianismo, por ejemplo San Ignacio de Antioquía a fines del siglo I en su epístola a los Efesios dice:

Dios Nuestro Señor Jesucristo nació del seno de María, según la dispensación de Dios, de la semilla de David, por el poder del Espíritu Santo Pero también halló detractores desde esas épocas tempranas: el caso más claro es el de los gnósticos y el de Nestorio. Los primeros, al distinguir el alma y el cuerpo como contrarios, uno bueno y el otro malo, negaban que un Dios pueda hacerse hombre realmente. Sus doctrinas fueron combatidas por los primeros padres como Justino, Ireneo, Tertuliano.

El ataque más fuerte vino de parte de Nestorio, patriarca de Constantinopla, quien hacía de Jesús un simple alojamiento de la divinidad (Theophoron, ‘portador de dios’) y, por ende, predicando que María no podía ser llamada Madre de Dios a la cual llamaba Christotokos. Su mayor contrincante fue Cirilo de Alejandría quien defendió el título dado por los Padres de la Iglesia a María de Theotokos. Un sínodo en Roma en el año 430 condenó las enseñanzas de Nestorio. El Concilio de Éfeso en 431, luego de gran lucha por parte de los partidarios de Nestorio terminó condenando su doctrina y reafirmando oficialmente como dogma la doctrina de la maternidad divina, al mismo tiempo la personalidad única y divina de Jesucristo bajo las dos naturalezas humana y divina:

Pues, no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen.


El Concilio de Calcedonia, en 451, siguió adelante en la profundización de la doctrina:

Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres. Así, pues, después que con toda exactitud y cuidado en todos sus aspectos fue por nosotros redactada esta fórmula, definió el santo y ecuménico Concilio que a nadie será lícito profesar otra fe, ni siquiera escribirla o componerla, ni sentirla, ni enseñarla a los demás.

En el 553, el Segundo Concilio de Constantinopla tomó los doce anatemas contra Nestorio en fórmula dogmática. Estos dos dogmas de la doctrina católica van unidos en su concepción doctrinal: Cristo en sus dos naturalezas pero una sola persona y María como Madre de la persona de Jesús y por ende verdadera Madre de Dios.

Si alguno no confiesa que hay dos nacimientos de Dios Verbo, uno del Padre, antes de los siglos, sin tiempo e incorporalmente; otro en los últimos días, cuando Él mismo bajó de los cielos, y se encarnó de la santa gloriosa madre de Dios y siempre Virgen María, y nació de ella; ese tal sea anatema.

Si alguno dice que uno es el Verbo de Dios que hizo milagros y otro el Cristo que padeció, o dice que Dios Verbo está con el Cristo que nació de mujer o que está en Él como uno en otro; y no que es uno solo y el mismo Señor nuestro Jesucristo, el Verbo de Dios que se encarnó y se hizo hombre, y que de uno mismo son tanto los milagros como los sufrimientos a que voluntariamente se sometió en la carne, ese tal sea anatema.

Si alguno llama a la santa gloriosa siempre Virgen María madre de Dios, en sentido figurado y no en sentido propio, o por relación, como si hubiera nacido un puro hombre y no se hubiera encarnado de ella el Dios Verbo, sino que se refiriera según ellos el nacimiento del hombre a Dios Verbo por habitar con el hombre nacido; y calumnia al santo Concilio de Calcedonia, como si en este impío sentido, inventado por Teodoro, hubiera llamado a la Virgen María madre de Dios; o la llama madre de un hombre o madre de Cristo, como si Cristo no fuera Dios, pero no la confiesa propiamente y según verdad madre de Dios, porque Dios Verbo nacido del Padre antes de los siglos se encarnó de ella en los últimos días, y así la confesó piadosamente madre de Dios el santo Concilio de Calcedonia, ese tal sea anatema.

Segundo Concilio de Constantinopla
Artículo principal: Inmaculada Concepción

Representación de la Inmaculada Concepción por Murillo.
El dogma católico de la Inmaculada Concepción fue definido con las siguientes palabras:

Después de ofrecer sin interrupción a Dios Padre, por medio de su Hijo, con humildad y penitencia, nuestras privadas oraciones y las públicas de la Iglesia, para que se dignase dirigir y afianzar nuestra mente con la virtud del Espíritu Santo, implorando el auxilio de toda corte celestial, e invocando con gemidos el Espíritu Paráclito, e inspirándonoslo Él mismo, para honra de la santa e individua Trinidad, para gloria y prez de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y aumento de la cristiana religión, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y con la nuestra: declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que «la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano». Por lo cual, si algunos presumieren sentir en su corazón contra los que Nos hemos definido, que Dios no lo permita, tengan entendido y sepan además que se condenan por su propia sentencia, que han naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia, y que además, si osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.

Bula Dogmática Ineffabilis Deus, Pío IX María también necesitó de los méritos de la redención de Jesucristo pero que la preservaron del pecado original (es lo que en teología se conoce como redemptio praeservativa o praeredemptio) a diferencia de la redención que tiene el resto de los hombres que son liberados de un pecado original que ya existe en ellos (redemptio reparativa).

Aunque como dogma fue proclamado el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX en la bula Ineffabilis Deus arriba citada, la doctrina de la Inmaculada tuvo un desarrollo histórico: la idea ya estaba insinuada en los Padres de la Iglesia como San Efrén y aunque en el oriente ya existía la fiesta de la Concepción de Santa Ana desde el siglo VII es Eadmer, discípulo de San Anselmo de Canterbury, el primero en escribir una obra defendiendo la concepción inmaculada. En el siglo XII surge la controversia ya que no se lograba armonizar la doctrina de la universalidad del pecado original y la necesidad de la redención con la idea de una concepción inmaculada. La discusión tomó dos posturas representadas por los dominicos y los franciscanos, ésta última en defensa de la doctrina con Guillermo de Ware y Juan Duns Scoto como representantes, de éste último es famosa su frase que sirvió como prueba especulativa: «Potuit, decuit, ergo fecit» (‘pudo, quiso, lo hizo’). Después del medievo se hallan diversos rastros de declaraciones oficiales que no negaban la doctrina, como la condena de Bayo por el Papa San Pío V en 1567, Bayo afirmaba que nadie, sólo Cristo, había sido librado del pecado original, y que la muerte y dolores de María eran castigos de pecados actuales o del pecado original. La doctrina llega a su definición dogmática en 1854.

El dogma católico de la Perpetua Virginidad de María señala que María fue virgen antes, durante y después del parto:

Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad por madre de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado.

Concilio de Letrán (649), convocado por el Papa San Martín I.


La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de disminuir consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la Aeiparthenos, la ‘siempre-virgen’.

Catecismo de la Iglesia Católica, 499
La palabra Aeiparthenos señala tanto el aspecto físico de la virginidad como lo moral al no pecar nunca contra la castidad o la pureza. Los padres de la Iglesia como San Ignacio de Antioquía y San Justino resaltan tanto la concepción maravillosa de Jesucristo como la virginidad de su madre. La virginidad fue negada por, entre otros, judaizantes que por odio a la figura de Cristo decían que era nacido en adulterio. La virginidad en la concepción de Jesús nunca fue negada entre la comunidad cristiana, mientras que la virginidad durante el parto fue negada por Tertuliano y muchos años después por Joviniano quien junto a otros seguidores fue condenado por el Papa Siricio. Los protestantes siempre aceptaron la concepción virginal y en un inicio incluso algunos afirmaron la perpetua virginidad, pero con el tiempo fueron negando todo vestigio del credo católico respecto a María.
Existe una controversia relacionada con este dogma a propósito de que en los Evangelios se habla de "hermanos de Jesús". Al respecto véase (madre de Jesús)#Padres y familia

El dogma católico de la Asunción de María, definido como tal en 1950, señala que María fue elevada por los aires y llevada (asunta) fuera del planeta Tierra en cuerpo y alma al momento de terminar su vida en la Tierra.

Por tanto, después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para acrecentar la gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, Pío XII
Este dogma no encuentra relatos bíblicos que lo sustenten, sino que se basa en la tradición. Entre los Padre de la Iglesia, los primeros en referirse a la asunción son san Efrén y san Epifanio. A partir del siglo V se componen numerosos relatos apócrifos denominados Transitus Mariae u Obsequia Virginis, que narran la muerte de María y su posterior resurrección o asunción (según la tradición que sigan). A partir del siglo VI se celebra tanto en Oriente como en Occidente una fiesta mariana el 15 de agosto que bajo diversos nombres (Dormitio, Assumptio, Transitus, Pausatio, Dies natalis) celebra la muerte de María o su asunción. Del siglo VII al siglo X, los autores eclesiásticos se dividen. Unos aceptan la asunción de María; otros la muerte normal de María que espera la resurrección o consideran que no se sabe cuál fue el destino final de la Virgen. A partir del siglo X se asume la convicción piadosa de que María fue asunta al cielo tanto en Oriente como en Occidente. El hecho de que en el ámbito protestante se negara la asunción de María muestra que era considerada una doctrina cierta, a pesar de no haber sido definida dogmáticamente. La primera petición a Roma pidiendo la definición fue presentada por Cesáreo Shguanin en el siglo XVIII. A esta siguieron otras muchas, entre ellas la de Isabel II de España. En 1946, Pío XII envió la encíclica Deiparae Virginis a todos los obispos católicos, consultando si deseaban y veían posible esta definición. Dada la respuesta afirmativa mayoritaria definió el dogma el 1 de noviembre de 1950 en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, citada más arriba. Al hacerlo, evitó pronunciarse sobre la cuestión de si la Virgen murió y fue inmediatamente resucitada, o si fue asunta al cielo sin pasar por la muerte, eligiendo cuidadosamente las palabras "terminado el curso de su vida terrena".

¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo... No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin... El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

San Gabriel Arcángel (Lucas 1,28-35)

¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. ¡Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor!

Santa Isabel (Lucas 1,42-45)

Nosotros comprendemos que El (Cristo) se hizo hombre por medio de la Virgen, a fin de que la desobediencia provocada por la serpiente terminase por el mismo camino por donde había comenzado. En efecto, Eva, virgen e intacta, habiendo concebido la palabra de la serpiente, dio a luz la desobediencia y la muerte; en cambio, la Virgen María, habiendo concebido fe y alegría, cuando el ángel Gabriel le anunció que el Espíritu del Señor vendría sobre Ella y que la virtud del Altísimo la cubriría con su sombra, de modo que el Ser santo nacido de Ella sería Hijo de Dios, respondió: «Hágase en mí según tu palabra.» Nació, pues, de Ella Aquel de quien hablan tanto las Escrituras... Por El, Dios arruina el imperio de la serpiente y de los que, sean ángeles o sean hombres, se han hecho como ella, y Dios libera de la muerte a los que se arrepienten y creen en El.

San Justino (mártir y Padre de la Iglesia, †165?)
Como por causa de una virgen desobediente, el hombre fue herido, cayó y murió, así por causa todavía de una virgen obediente a la Palabra de Dios, fue resucitado y tomó de nuevo la vida. El Señor, en efecto, ha venido a buscar la oveja perdida, es decir, el hombre que se había perdido. Por esto, no se formó un cuerpo diverso, sino que por medio de aquella que descendía de Adán, conservó la semejanza de aquel cuerpo. Adán, en efecto, fue recapitulado en Cristo, para que esto que es mortal fuera engullido en la inmortalidad, y Eva en María, para que una virgen convertida en abogada de una virgen disolviese y anulase con su obediencia de virgen la desobediencia de una virgen.

Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra Abogada, nuestra Intercesora. Tú eres la Madre de Aquel que es el ser más misericordioso y más bueno. Haz que nuestra alma llegue a ser digna de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo. Amén!!.

San Efrén de Siria (Padre y Doctor de la Iglesia, †373; Títulos de la Virgen Santísima)

Creamos, pues, en Jesucristo, nuestro Señor, nacido del Espíritu Santo y de la virgen María. Pues también la misma bienaventurada María concibió creyendo a quien alumbró creyendo. Después de habérsele prometido el hijo, preguntó cómo podía suceder eso, puesto que no conocía varón. En efecto, sólo conocía un modo de concebir y dar a luz; aunque personalmente no lo había experimentado, había aprendido de otras mujeres -la naturaleza es repetitiva- que el hombre nace del varón y de la mujer. El ángel le dio por respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, lo que nazca de ti será santo y será llamado Hijo de Dios. Tras estas palabras del ángel, ella, llena de fe y habiendo concebido a Cristo antes en su mente que en su seno, dijo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Cúmplase, dijo, el que una virgen conciba sin semen de varón; nazca del Espíritu Santo y de una mujer virgen aquel en quien renacerá del Espíritu Santo la Iglesia, virgen también. Llámese Hijo de Dios a aquel santo que ha de nacer de madre humana, pero sin padre humano, puesto que fue conveniente que se hiciese hijo del hombre el que de forma admirable nació de Dios Padre sin madre alguna; de esta forma, nacido en aquella carne, cuando era pequeño, salió de un seno cerrado, y en la misma carne, cuando era grande, ya resucitado, entró por puertas cerradas. Estas cosas son maravillosas, porque son divinas; son inefables, porque son también inescrutables; la boca del hombre no es suficiente para explicarlas, porque tampoco lo es el corazón para investigarlas.Creyó María, y se cumplió en ella lo que creyó.Creamos también nosotros para que pueda sernos también provechoso lo que se cumplió. Aunque también este nacimiento sea maravilloso, piensa, sin embargo, ¡oh hombre!, qué tomó por ti tu Dios, qué el creador por la criatura: Dios que permanece en Dios, el eterno que vive con el eterno, el Hijo igual al Padre, no desdeñó revestirse de la forma de siervo en beneficio de los siervos, reos y pecadores. Y esto no se debe a méritos humanos, pues más bien merecíamos el castigo por nuestros pecados; pero, si hubiese puesto sus ojos en nuestras maldades, ¿quién los hubiese resistido?Así, pues, por los siervos impíos y pecadores, el Señor se dignó nacer, como siervo y hombre, del Espíritu Santo y de la virgen María.

Todo el mundo espera la respuesta de María.

Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el Ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia.

Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.

Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores tuyos, que están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies.

Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje

Da pronto tu respuesta. Responde presto al Ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del Ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna

¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.

Aquí está —dice la Virgen— la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

San Bernardo de Claraval (doctor de la Iglesia, llamado también Doctor Mariano, †1153; «Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre», Homilía 4, 8-9: Ópera Omnia, edición cisterciense, 4 [1966] 53-54)Suele el pecador buscar en alguna cosa lo que no puede conseguir, pero que el justo lo obtiene. Prov. 13,22: "La hacienda del pecador se guarda para el justo". Así Eva buscó un fruto, y no halló en él todo lo que deseaba; mas la Virgen Santísima halló en su fruto todas las cosas que Eva deseó.
Porque Eva deseó en su fruto tres cosas:


Primeramente, lo que falsamente le prometió el diablo, a saber, que serían como Dioses, conocedores del bien y del mal. "Seréis [le dijo aquel mentiroso] como dioses", como dice el Génesis 3, 5. Y mintió, como mentiroso que es y padre de la mentira, porque habiendo comido el fruto, Eva no se hizo semejante a Dios, sino desemejante, pues pecando se apartó de Dios, su salvación, y por eso fue expulsada del paraíso. En cambio, eso [la santificación] lo halló la Santísima Virgen, y todos los cristianos, en el fruto de su vientre, pues por Cristo nos unimos y nos asemejamos a Dios. 1 Juan 3, 2: "Cuando se manifieste seremos semejantes a El, porque lo veremos tal como El es".
En segundo lugar Eva deseó en su fruto la delectación, porque éste era bueno para comerse; pero no la halló, porque inmediatamente se dio cuenta de su desnudez y sufrió. En cambio, en el fruto de la Virgen hallamos la suavidad y la salud. Juan 6, 55: "Quien come mi carne posee la vida eterna".

En tercer lugar, el fruto de Eva era de hermoso aspecto; pero más hermoso es el de la Virgen, en el que los Ángeles desean detener su mirada. Salmo 44, 3: "El más hermoso de los hijos de los hombres", porque Él es el esplendor de la Gloría de su Padre. Así es que no pudo hallar Eva en su fruto lo que tampoco ningún pecador hallará en sus pecados. Por lo cual lo que deseemos busquémoslo en el fruto de la Virgen.
Este fruto es bendecido por Dios, porque de tal manera lo llenó de toda gracia que al venir a nosotros le rinde honor a Él. Ef 1, 3: "Bendito sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda suerte de bendiciones espirituales"; [es bendecido] por los Ángeles: Apoc 7, 12: "Bendición y gloria y sabiduría y acción de gracias, el honor y el poder y la fuerza a Nuestro Dios"; [es bendecido] por los hombres: el Apóstol en Fil 2,11: "Toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre". Salmo 117, 26: "Bendito sea el que viene en el nombre del Señor".
Por lo tanto, así es bendita la Virgen: pero su fruto lo es todavía más.

Santo Tomás de Aquino (Doctor de la Iglesia, †1274; El Ave María Comentado, puntos 18 a 22)
Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo.

Confieso, con toda la Iglesia, que siendo María una simple criatura salida de las manos del Altísimo, comparada con tan infinita Majestad, es menos que un átomo, o, mejor, es nada, porque sólo El es EL QUE ES. Por consiguiente, este gran señor siempre independiente y suficiente a Sí mismo, no tiene ni ha tenido absoluta necesidad de la Santísima Virgen para realizar su voluntad y manifestar su gloria. Le basta querer para hacerlo todo. Afirmo, sin embargo, que dadas las cosas como son, habiendo querido Dios comenzar y acabar sus mayores obras por medio de la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará jamás de proceder: es Dios y no cambia ni en sus sentimientos ni en su manera de obrar.

La Iglesia, con el Espíritu Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y después a Jesucristo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús». Y esto, no porque la Virgen María sea mayor que Jesucristo o igual a El lo cual sería intolerable herejía sino porque para bendecir más perfectamente a Jesucristo hay que bendecir primero a María. Digamos, pues, con todos los verdaderos devotos de la Santísima Virgen y contra sus falsos devotos escrupulosos. «María, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús».

San Luis María Grignion de Montfort († 1716; Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, puntos 1, 14, 15 y 95)

Acostumbran los amantes hablar con frecuencia de las personas que aman y alabarlas para cautivar para el objeto de su amor la estima y las alabanzas de los demás. Muy escaso debe ser el amor de quienes se vanaglorian de amar a María, pero después no piensan demasiado en hablar de ella y hacerla amar de los demás. No actúan así los verdaderos amantes de nuestra Señora. Ellos quieren alabarla sobre todo y verla muy amada por todos. Por eso, siempre que pueden, en público y en privado, tratan de encender en el corazón de todos aquellas benditas llamas de amor a su amada Reina, en las que se sienten inflamados.

No sólo María santísima es reina del cielo y de los santos, sino que también ella tiene imperio sobre el infierno y los demonios por haberlos derrotado valientemente con su poder. Ya desde el principio de la Humanidad, Dios predijo a la serpiente infernal la victoria y el dominio que había de ejercer sobre él nuestra reina al anunciar que vendría al mundo una mujer que lo vencería: “Pondré enemistades entre ti y la mujer... Ella quebrantará tu cabeza” (Gn 3, 15). ¿Y quién fue esta mujer su enemiga sino María, que con su preciosa humildad y vida santísima siempre venció y abatió su poder? “En aquella mujer fue prometida la Madre de nuestro Señor Jesucristo”, dice san Cipriano. Y por eso argumenta que Dios no dijo “pongo”, sino “pondré”, para que no se pensara que se refería a Eva. Dice pondré enemistad entre ti y la mujer para demostrar que esta triunfadora de Satán no era la Eva allí presente, sino que debía de ser otra mujer hija suya que había de proporcionar a nuestros primeros padres mayor bien, dice san Vicente Ferrer, que aquellos de que nos habían privado al cometer el pecado original. María es, pues, esa mujer grandiosa y fuerte que ha vencido al demonio y le ha aplastado la cabeza abatiendo su soberbia, como lo dijo Dios: “Ella quebrantará tu cabeza”. Cuestionan algunos si estas palabras se refieren a María o a Jesucristo, porque los Setenta traducen: “Él quebrantará tu cabeza...”

Pero en cualquier caso, sea el Hijo por medio de la Madre o la Madre por virtud del Hijo, han desbaratado a Lucifer y, con gran despecho suyo, ha quedado aplastado y abatido por esta Virgen bendita, como dice san Bernardo. Por lo cual vencido en la batalla, como esclavo, se ve forzado a obedecer las órdenes de esta reina. “Bajo los pies de María, aplastado y triturado, sufre absoluta servidumbre”. Dice san Bruno que Eva, al dejarse vencer de la serpiente nos acarreó tinieblas y muerte; pero la santísima Virgen, venciendo al demonio nos trajo la luz y la vida. Y lo amarró de modo que el enemigo no puede ni moverse ni hacer el menor mal a sus devotos.

San Alfonso María de Ligorio (Doctor de la Iglesia, †1787; Las Glorias de María, Introducción y María vence al mal)
Todo en honor de Jesús, pero por medio de María. Todo por María, para llevar hacia Jesús. Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra Señora la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar dirigidas a hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo.

Hagan de sus familias un solo corazón lleno de amor en el corazón de Jesús a través de María. Y esto ha sido para las Misioneras de la Caridad el regalo mayor: la madre de Jesús. Y nosotros rezamos el Rosario adonde quiera que vamos, en las calles, o en ómnibus, dondequiera, y naturalmente el Rosario es nuestra "oración familiar".

El Ave María es una tradicional oración católica dedicada a María, la madre de Jesús. La oración tiene fundamento bíblico en el Evangelio según san Lucas y es la oración principal del rosario.
Está compuesta por dos partes. En la primera, se citan dos pasajes bíblicos: la Anunciación del Nacimiento de Jesús por el Arcángel Gabriel a María: «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo» o literalmente: «¡Alégrate! llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). El otro pasaje bíblico es el saludo que el Espíritu Santo inspira a Isabel, cuando María va a visitarla « ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» (Lc 1, 42) La segunda parte es una petición tradicional de la piedad cristiana, en la que el orante requiere la intercesión de María como Madre de Dios: «Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».
Musicalmente el Ave María ha sido uno de los principales textos para musicalizar por los compositores ya desde la Edad Media o el Renacimiento. Mundialmente célebre es el Ave María de Franz Schubert. Otra versión famosa es la de Tomás Luis de Victoria (compositor renacentista español). El Ave María, desde el punto de vista compositivo, ha sido tratado como forma motete, es decir, musicalización de un texto religioso no litúrgico generalmente para coro a 4 voces.
Ave Maria, gratia plena,
Dominus tecum,
benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
Sancta Maria mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc, et in hora mortis nostrae.
Amen

Versión gregoriana del himno "Salve"
La Salve es una de las más populares y conocidas oraciones católicas a María la madre de Jesús. Inicialmente una antífona mayor e himno.

Aunque no hay certeza sobre su origen se cree que fue compuesta hacia el siglo XI. Se trata originalmente de una secuencia con rima en "e" aunque la disposición de los versos puede variar según los recopiladores. Durante algún tiempo fue atribuida a Bernardo de Claraval, ahora se sabe que éste sólo añadió la invocación final: O clemens, o pia / o dulcis, Virgo Maria (que introduce una pareja de versos con rima en "ia"). Se ha atribuido a Pedro de Mezonzo, obispo de Compostela y a Ademar de Monteil, obispo de Le Puy-en-Velay y al monje Hermann Contracto de Reichenau. La melodía sencilla que se usa habitualmente para cantarla parece haber sido elaborada por el P. F. Bourgoing.

Los cistercienses, los dominicos y los franciscanos promovieron su uso en diversas circunstancias (en especial en la liturgia de las horas). En 1250 Gregorio IX la aprobó y prescribió que se cantara al final del rezo de las Completas. Los monjes la cantaban antes de dormir y los monjes de la orden de Predicadores la cantaban en procesión con velas encendidas.

Diversos autores cristianos han elaborado comentarios para esta oración, entre ellos destaca: Bernardo de Claraval, Anselmo de Lucca, Pedro Canisio, Francisco Coster, Alfonso María de Ligorio.

Aunque la Salve principalmente es una oración dedicada a la Virgen María (en latín Salve Regina), la gran variedad de representaciones de la Vírgen y la devoción existente en cada lugar donde se venera ha generado la creación de una "Salve" particular según la advocación del lugar.

Salve Regina

Las palabras iniciales (usadas como título) de la más célebre de las cuatro antífonas del Breviario de la Santísima Virgen María. Se reza desde las primeras vísperas del domingo de la Trinidad hasta la nona del sábado antes de Adviento. Se señala una excepción en el “Dict. de liturgie” de Migne (sub voce), a saber que en el rito de Châlons-sur-Marne se sitúa desde la Purificación de la Santísima Virgen hasta el Jueves Santo. Otra variante, peculiar de la catedral de Espira (donde se canta solemnemente cada día “en honor de S. Bernardo”), puede haberse basado en una de las dos leyendas que relacionan la antífona con el santo de Claraval. Una leyenda relata que, mientras el santo actuaba como legado apostólico en Alemania, entró (la víspera de Navidad de 1146) en la catedral con el canto procesional de la antífona, y, cuando se cantaron las palabras “O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria”, se arrodilló tres veces. Según la narración más común, sin embargo, el santo añadió la triple invocación por primera vez, movido a ello por una repentina inspiración. “Placas conmemorativas fueron marcadas en el pavimento de la iglesia, para señalar las pisadas del hombre de Dios a la posteridad, y los lugares dónde tan emotivamente imploró la clemencia, la misericordia y la dulzura de la Santísima Virgen María “ (Ratisbonne, “Vida y época de San Bernardo”, ed. americana, 1855, p. 381, donde se dan detalles más completos). Se puede decir de pasada que la leyenda se presenta como muy dudosa por varias razones:

La autoría es actualmente atribuida por lo general a Hermann Contractus (vid.). Durandus, en su “Rationale”, la atribuyó a Petrus de Monsoro (muerto hacia el año 1000), obispo de Compostela. También se ha atribuido a Adhémar, obispo de Podio (Puy-en-Velay), por lo que se le ha titulado “Antiphona de Podio” (Antífona de Le Puy). Adhémar fue el primero en pedir permiso para ir a la Cruzada, y el primero en recibir la cruz del Papa Urbano II. “Antes de su partida, hacia fines de Octubre de 1096, compuso la canción de guerra de la Cruzada, en la que pedía la intercesión de la Reina del Cielo, la Salve Regina” (Migne, “Dict. des Croisades”, sub voce Adhémar). Se dice que pidió a los monjes de Cluny que lo admitieran en su oficio, pero no hay rastro de su uso en Cluny hasta la época de Pedro el Venerable, que decretó (hacia 1135) que la antífona fuera cantada procesionalmente en ciertas fiestas. Tal vez estimulado por el ejemplo de Cluny, o por la devoción de S. Bernardo a la Madre de Dios (el santo fue diligente en extender el amor por la antífona, y muchos lugares de peregrinación lo reclaman como fundador de la devoción a ella en su localidad), se introdujo en el Císter a mediados del Siglo XII, y hasta el Siglo XVII se usó como antífona solemne para el Magníficat en las fiestas de la Purificación, la Anunciación, y la Natividad de la Santísima Virgen, y para el Benedictus en los Laudes de la Asunción.

En 1218 el capítulo general prescribió su canto procesional diario ante el altar mayor tras el Capítulo; en 1220 se mandó su recitación diaria a cada uno de los monjes; en 1228 se ordenó su canto “mediocri voce”, junto con siete salmos, etc. en cada viernes “pro Domino Papa” (Gregorio IX se había refugiado en Perugia del emperador Federico II), “pro pace Romanae Ecclesiae” etc., etc. – indicando la larga lista de “intenciones” cuán saludable era conceptuada esta invocación a Nuestra Señora. El uso de la antífona en completas se empezó por los dominicos hacia 1221, y se propagó rápidamente por ellos. Antes de mediados de ese siglo, se incorporó con las demás antífonas de la Santísima Virgen al Breviario franciscano “modernizado”, de dónde entró en el Breviario Romano. Algunos estudiosos dicen que la antífona ha estado en uso en esa orden (y probablemente desde su fundación) antes de que Gregorio IX prescribiera su uso universal. 

Los cartujos la cantan diariamente en vísperas (excepto desde el primer domingo de Adviento a la Octava de Epifanía, y desde el domingo de Pasión hasta el primer domingo después de Pascua) así como después de cada hora del oficio menor de la Santísima Virgen. Los cistercienses la cantaban después de completas desde 1251 hasta finales del Siglo XIV y la han cantado desde 1483 hasta ahora –una devoción diaria, excepto el Jueves Santo y el Viernes Santo. Los carmelitas lo rezan después de cada hora del Oficio. El Papa León XIII prescribió su recitación (el 6 de Enero de 1884) después de cada misa rezada, junto con otras oraciones –una norma aún en vigor.

Mientras que la antífona está en prosa sonora, la melodía del canto la divide en porciones que, aunque de desigual longitud silábica, se pretendía que acabaran con el débil efecto rítmico perceptible cuando se pone por escrito en forma dividida:

Salve Regina (Mater) misericordiae,
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules filii Hevae;
Ad te suspiramus gementes et flentes in hac lacrymarum valle.
Eia ergo advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Jesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende.
Clemens, O pia, dulcis (Virgo) Maria

De manera similar Notker Balbulus terminaba con el sonido (latino) de “E” todos los versos de su secuencia, “Laus tibi, Christe” (Santos Inocentes). La palabra “Mater” en el primer verso no se encuentra en ninguna fuente, sino que es una inserción tardía del Siglo XVI. De manera similar, la palabra “Virgo” en el último verso parece datar sólo del Siglo XIII. Mone (Lateinische Hymnen des Mittelalters, II, 203-14) da nueve himnos medievales basados en la antífona. Daniel (Thesaurus hymnologigus, II, 323) da un décimo. La “Analecta hymnica” da diversas transferencias y tropos (vg. XXXII, 176, 191-92; XLVI, 139-43). Los compositores adoptan curiosas formas para la introducción del texto, por ejemplo (Siglo XIV):

Salve splendor praecipue
supernae claritatis,
Regina vincens strenue
scelus imietatis
Misericordiae tuae
munus impende gratis, etc.

El poema tiene catorce de tales estrofas. Otro poema, del Siglo XV, tiene cuarenta y tres estrofas de cuatro líneas. Otro del Siglo XV es más condensado:

Salve nobilis regina
Fons misericordiae, etc.

Una característica de estos es su aparente preferencia por la fórmula más breve, “O clemens, O pia, O dulcis Maria”.

La antífona figuró en gran medida en las devociones vespertinas de las cofradías y gremios que se constituyeron en gran número hacia el comienzo del Siglo XIII. “En Francia esta liturgia fue conocida generalmente como Salut, en los Países bajos como Lof, en Inglaterra y Alemania simplemente como la Salve. Ahora parece seguro que nuestro actual Oficio de bendición ha resultado de la adopción general de este canto vespertino de cánticos ante la estatua de Nuestra Señora, realzada, como a menudo vino a serlo en los Siglos XVI y XVII por la exposición del Santísimo Sacramento, que al principio se empleó sólo como añadidura para prestarle una solemnidad adicional” (Padre Thurston; Ver BENDICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO, para alguna ampliación). 

Lutero se quejaba de que la antífona se cantaba en todas las partes del mundo, que las campanas de las iglesias sonaban en su honor, etc. Ponía objeciones especialmente a las palabras “Reina de misericordia, vida, dulzura, esperanza nuestra”; pero el lenguaje de la devoción no es el del dogma, y algunos protestantes, no queriendo que desapareciera de las iglesias luteranas, la reconstruyeron “evangélicamente” (vg., una versión en uso en Erfurt en 1525: “Salve Rex aeternae misericordiae”). Los jansenistas encontraron similar dificultad, y buscaron cambiar la expresión en “dulzura y esperanza de nuestra vida” (Beissel, I, 126). Mientras que la antífona figuraba así ampliamente en la devoción católica litúrgica y popular en general, fue especialmente querida por los marinos. Los estudiosos dan ejemplos del canto de la Salve Regina por los marineros de Colón y los indios. 

 El exquisito canto llano ha sido atribuido a Hermann Contractus. El Antifonario Vaticano (pp. 127-8) da la forma revisada oficial o “típica” de la melodía (primer tono). La edición ahora no oficial “de Ratisbona” dio la melodía en una forma simple y adornada, junto con una versión que la describe como estando en el tono undécimo, y que es también muy hermosa. Un eco insistente de esta última versión se encuentra en el canto llano de Santeul, “Stupete gentes”. Hay muchas versiones para polifonía y de compositores modernos. La de Pergolesi (para una voz, con dos violines, viola, y órgano) fue escrita poco antes de su muerte; se la pone entre sus “más felices inspiraciones”, está conceptuada como su “máximo triunfo en la dirección de la música religiosa” e “insuperada en pureza de estilo, y de expresión patética y emocionante”
H. T. HENRY

Transcrito por John Scofield

Mas sobre el Salve Regina:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida y dulzura y esperanza nuestra: Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clementísima! ¡oh piadosa! ¡oh dulce Virgen María!
V. Ruega por nosotros santa Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Una oración antigua siempre nueva.

En la formación religiosa de todo cristiano ocupan un lugar muy relevante aquellas plegarias que desde niños hemos estado escuchando y rezando. De una forma imperceptible pero eficaz esas oraciones han ido formando nuestra piedad y delineando nuestro trato con Dios, con la Santísima Virgen, con el ángel de la guarda y con los santos; han enriquecido nuestra oración con unas determinadas actitudes, sentimientos y modos de invocar que sin duda influyen hoy en nuestra vida.


Sin embargo, tales oraciones, a base de repetición, pueden perder su brillo y atractivo, como ciertas hermosas catedrales y monumentos que ya no inspiran nada al transeúnte que ha vivido siempre frente a ellas. No obstante, bastaría detenerse un momento y contemplarlas tranquilamente para arrancarles nuevos secretos y emociones.

Una de estas oraciones es la Salve Regina. Se trata de una oración muy antigua: consta por la historia que ya existía en el siglo XI, antes de la primera cruzada y, de hecho, su vocabulario rebosa de la cortesía y galantería que por aquellos tiempos se comenzaba a abrir paso en la sociedad. La Salve es una oración que ha gustado en todas las épocas por su brevedad y sencillez, por su ternura y profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del peregrino y la esperanza del creyente: no por nada, tanto los franceses como los españoles y alemanes se han disputado siempre su autoría.

La Salve es un maravilloso ejemplo de lo que significa una oración "esencial". En ella se hace una única petición: et Jesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium, ostende. Esta única súplica va precedida de un saludo (Salve, Regina, Mater misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve) y de una breve presentación (Ad te clamamus, exsules filii Evae; ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle). Termina con una brevísima "coda": O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria.

El adjetivo "nuestra" nos indica que cuando rezamos esta oración no nos presentamos...

Saludo

El saludo es una sucesión rápida pero abundante de piropos, que tienen la función de atraer la mirada y ganar la benevolencia de la Santísima Virgen. Los latinos dirían que es la captatio benevolentiae con la que debe comenzar todo buen discurso.

- Salve es el típico saludo latino, respetuoso y familiar al mismo tiempo, y ciertamente, no tan solemne como la traducción española: "Dios te salve". Es simplemente un augurio de buena salud.

- Regina: es el primer piropo de la oración. Es verdad que María es Reina, pero no es normal que un hijo llame así a su madre: nosotros no nos dirigimos a nuestras madres recordándoles sus títulos: <"doctora o licenciada"... Si alguna vez lo hacemos está claro que hay de por medio una intención bien concreta: queremos llegar a nuestra madre por el lado femenino -toda mamá guarda siempre algo de la coquetería femenina- para obtener mejor lo que deseamos. Por otra parte, este título también nos recuerda -a María y a nosotros- que Ella, por ser reina, es poderosa y puede concedernos lo que le pedimos. - Mater misericordiae: inmediatamente después la oración pasa al título más querido por nosotros: Mater. Y además, con un matiz especial: misericordiae.

El que suplica quiere salir al paso, cuanto antes, de una posible objeción: es cierto que él no se presenta con méritos y que no tiene ningún derecho para obtener lo que pide. Su único argumento es que Ella, María, es misericordiosa. También el Mater misericordiae se podría traducir, aunque no es el sentido de esta oración, como "Madre de la Misericordia", es decir, Madre de Cristo, de Jesús, que es la misericordia infinita, como diciendo: "Tu hijo no tendría ningún problema en que me concedieras esto que te pido... Él es la misericordia misma". - Vita, dulcedo: apelativos muy tiernos y cariñosos. Creo que no hay oración mariana en la que le dirijamos nombres más dulces: "mi vida... dulzura...". Spes nostra: el adjetivo "nuestra" nos indica que cuando rezamos esta oración no nos presentamos a María como hijos únicos, sino junto con todos los hermanos. Si ya de por sí es difícil a una madre resistirse cuando su hijo le pide algo, ¿qué será cuándo se le presentan todos al mismo tiempo? ... a María como hijos únicos, sino junto con todos los hermanos. Presentación de la súplica

Antes de entrar de lleno en su única petición, el suplicante se presenta a sí mismo y describe el estado en el que se encuentra:

- Clamamus: la traducción exacta es más fuerte que la que ordinariamente se usa en castellano. No sería "llamamos" sino más bien "gritamos" o "clamamos". Suspiramus: indica esa dificultad para respirar propia de aquél al que le asaltan las lágrimas o una pena muy grande. Gementes et flentes: describe dos formas de llorar: ruidosa y violenta una, suave y mansa la otra. No hace falta más introducción para expresar que el suplicante no es feliz y que se encuentra en una situación de necesidad. Exsules filii Hevae: sin concretar sus penas, las resume todas ellas en su condición de pecador (hijo de Eva), desterrado de un Paraíso maravilloso que podría haber sido suyo. Esta nostalgia del Paraíso perdido se hace más acuciante todavía en esos momentos de abatimiento y de tristeza que la vida tiene y que están maravillosamente sintetizados con la alusión a las lágrimas y con la imagen geografica del valle: in hac lacrimarum valle. Mientras la montaña sugiere sentimientos de exaltación, luminosidad y fuerza, al valle, por el contrario, le acompaña la niebla, la oscuridad, la incertidumbre.

Petición


Antes de hacer la petición, una última alabanza, precedida de una expresión sumamente coloquial: eia: ea, venga!, orsù dirian los italianos.

- Advocata: "si tú, que eres nuestra defensora, no nos ayudas, ¿a quién vamos a recurrir?". Es una invocación que pone a María entre la espada y la pared... Illos tuos misericordes oculos ad nos converte: el suplicante, antes de pedirle a la Santísima Virgen la gracia que necesita, le pide que le mire: ¿cómo va a negar algo una madre cuando su hijo le está mirando a los ojos? Por eso, el hijo le pide a María que, por favor, le mire. Pero, obviamente, no lo dice así, sino con un giro poético y finísimo: "dirige hacia nosotros esos tus ojos misericordiosos". De nuevo, otro piropo a María como mujer: y concretamente a sus ojos, cuya belleza natural se ve potenciada por el amor y la misericordia que en ellos se reflejan.

Finalmente, llegamos a la petición. En latín, por el hipérbaton característico, que pone normalmente el verbo al final, la construcción de la frase tiene un encanto especial: et Jesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium, ostende. Refleja muy bien el titubeo, la indecisión, los anacolutos del que quiere hacer una petición difícil y no sabe cómo comenzar. Una traducción literal sería ésta: "y a Jesús, que es el fruto bendito de tu vientre... a nosotros, después de este exilio... muéstranoslo".

¡Qué bien dicho! La idea es que nos deje entrar en el cielo, que nos alcance esa gracia. Pero no lo dice de modo tan directo y burdo, pues podría parecer una petición interesada. El suplicante quiere expresar que lo de menos es el cielo; lo que a él le interesa es... ver a Jesús. Obviamente, es lo mismo, pero dicho de modo más fino, más elegante. Esto me recuerda una anécdota de mi infancia: cuando era pequeño en mi barrio existía la costumbre de invitar a todos los amigos de los hermanos a una pequeña merienda cuando nacía un nuevo niño.

Pues bien, cuando mis amigos y yo nos enterábamos de que en tal casa se estaba festejando un nuevo nacimiento, acudíamos a la casa aunque no tuviéramos nada que ver con la familia, y le preguntábamos a la señora: "Disculpe, señora, ¿nos deja ver al niño?". La señora, emocionada y contenta de ver niños tan modositos, nos hacía pasar de mil amores y nos mostraba a la criatura. Después de esto, obviamente, no nos iba a echar de la fiesta con las manos vacías...

Los momentos de abatimiento y de tristeza de esta vida están sintetizados con la alusión a las lágrimas.

Coda final
La coda, que algunos atribuyen a san Bernardo, es el broche final y la despedida de esta hermosísima oración: · O clemens: invoca la clemencia de María y muy discretamente hace referencia a nuestra condición de pecadores. O pia alude a nuestra triste condición de hombres que sufren. O dulcis Virgo sintetiza todos los cariñosos apelativos que se le han dirigido a la Virgen a lo largo de la oración. Y concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María: Maria. El último recurso para alcanzar de la Virgen la gracia de las gracias: pronunciar su nombre con un hilo de voz, con amor y mirándola confiadamente a los ojos.

La Virgen de Fátima, Nuestra Señora de Fátima, Nuestra Señora del Rosario de Fátima o Nossa Senhora de Fátima (en portugués) es una advocación mariana del catolicismo que se venera en la localidad de Fátima (Localidad que le debe su nombre a la antigua ocupación de los árabes en ese territorio), población que pertenece al Distrito de Santarém, región Centro y subregión de Médio Tejo, Portugal, por aquellos que creen que la Virgen se apareció a tres niños pastores en Fátima, el día 13 de seis meses consecutivos, comenzando en el 13 de mayo, día consagrado a la Virgen de Fátima (excepción del 13 de agosto que no hubo aparición sino hasta el día 19). Interior de la Basílica del Santuario.

La Capilla de las Apariciones

Los hechos acaecieron desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre de 1917. Lucía de diez años y sus primos, Jacinta y Francisco de seis y nueve años respectivamente, relatan que sintieron como el reflejo de luz que se aproximaba y vieron a una Señora vestida de blanco surgir de una pequeña encina. Los niños aseguraron que se trataba de la Virgen, la cual les pidió que regresaran al mismo sitio el 13 de cada mes durante seis meses. En posteriores retornos los niños fueron seguidos por miles de personas que se concentraban en el lugar para ser testigos de las apariciones. Con anterioridad a las apariciones marianas se había aparecido un ángel durante la primavera de 1916 en la cueva Loca do Cabeço. Francisco no escuchaba ni hablaba con la Señora, solo la veía.

Entre las recomendaciones, según los testimonios de los niños, la Virgen hizo hincapié en la importancia del rezo del rosario para la conversión de los pecadores y del mundo entero. La Virgen también habría pedido la construcción de una capilla en el lugar, capilla que fue el germen del actual santuario.

Se dice que la Virgen apareció otras cinco veces a lo largo del año 1917. En el tiempo que sucedieron las apariciones, la Virgen, según testimonio de los videntes, realizó varias profecías, recomendaciones y entregó tres mensajes conocidos como Los tres secretos de Fátima.

Se afirma que tres mensajes fueron entregados por la Virgen a Lucía, la mayor del grupo. El primer secreto, según Lucía, mostraba una visión del infierno mientras que el segundo hablaba de cómo reconvertir el mundo a la cristiandad. El texto del tercer misterio se mantuvo en secreto por muchos años y sólo fue revelado por el Papa Juan Pablo II el 26 de junio de 2000 precisamente en Fátima.

Interpretaciones de católicos afirman que el segundo misterio pronosticó la re-conversión de Rusia (en esas mismas fechas se realizó la Revolución Rusa que dio lugar al primer estado socialista de la historia) al cristianismo. Y consideran que con la desintegración de la URSS en 1990 la profecía se ha cumplido. También se especula que en el tercer mensaje se profetizaba el atentado contra la vida del papa Juan Pablo II que ocurrió el 13 de mayo de 1981 (64° aniversario de la primera aparición de Fátima).
Además, según creyentes, la Virgen predijo el final de la Primera Guerra Mundial (la cual terminó al año siguiente) y la muerte prematura de Francisco y Jacinta. Francisco murió el 4 de abril de 1919 y Jacinta el 20 de febrero de 1920, ambos fueron luego beatificados por la Iglesia Católica.

El actual santuario, cuyo nombre completo es Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Fátima recibe anualmente cuatro millones de Peregrinos y en sus inmediaciones se han establecido más de 50 casas de religiosas femeninas y unas 15 congregaciones masculinas que incluyen un seminario.
La encina en la que apareció estuvo en el mismo lugar hasta los años 30.Desapareció porque las personas que iban allí le arrancaban trozos a la Santa encina.

Imagen de la Virgen como los tres pastorcitos asistiran a su aparición en Fátima.

La cronología de los hechos que han acaecido teniendo como base los sucesos de Fátima son los siguientes:

Los días 12 y 13 de mayo de 1991, el Papa Juan Pablo II vuelve a Fátima por segunda vez como peregrino, en el décimo aniversario de su atentado. El 13 de mayo de 2000, Juan Pablo II, en su tercera visita a Fátima y ante una multitud de peregrinos, beatifica a Francisco y Jacinta y revela la tercera parte del secreto de Fátima. El Papa insiste en la importancia de los mensajes y en la santidad de los niños. Los presenta como ejemplo de oración, amor y penitencia.

Periódico informando de los Milagros de Fátima.

Existe un texto conocido como carta de la Virgen de Fátima, de carácter apocalíptico y cuyo origen se desconoce. Este texto es considerado por la Iglesia Católica como una falsificación.

La Iglesia católica, también conocida como la Iglesia católica apostólica romana, es la iglesia cristiana más grande del mundo,[1] regida por el papa y con sede en la Ciudad del Vaticano. De acuerdo con el Anuario de Estadísticas de la Iglesia, el número de bautizados en el catolicismo a nivel mundial en 2007 era de 1147 millones (17,2 % de la población mundial).

Se conoce como Iglesia católica apostólica romana o como Iglesia católica romana; fuera del Catolicismo se hace esta distinción por aquellos que sostienen que las iglesias de la Comunión Anglicana y las Iglesias Ortodoxas se reconocen a sí mismas como parte de la "Iglesia, una, santa, católica y apostólica" del Credo y que también son católicas (tanto en sentido etimológico como en todo el contenido del término) si bien no es la única diferencia el no estar bajo la autoridad del Papa, o bien se trata de personas procedentes de países en los que el habla ha adoptado esta expresión debido al uso intenso por parte de comunidades relevantes de anglicanos y otros protestantes y de ortodoxos. Sin embargo, existen Iglesias en plena comunión con el obispo de Roma que, al tener tradiciones litúrgicas distintas, no añaden el término "Romana". Por lo tanto, para englobar a las Iglesias orientales católicas y la Iglesia Católica Romana se usará el término más general Iglesia Católica, tal como está en el título del artículo.

En los países en los que el culto católico es mayoritario, a la Iglesia católica se le conoce normalmente con el término la Iglesia, término que en países como Suecia se aplicaría a la iglesia nacional luterana, o en Rumania, Bulgaria, Montenegro, Serbia, Georgia, Rusia, Albania, Etiopía, Armenia, la ex República Yugoslava de Macedonia o Grecia, a la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa.
Desde los años 1960 se comienzan a utilizar otros términos que hacen referencia a distintas formas de entender la naturaleza y objetivos de la Iglesia católica, tales como Sacramento de Cristo, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Esposa de Cristo.

La Iglesia católica tiene su sede central en Roma, a la que se denomina Sede Apostólica, relacionada con la Sede esta el Estado de la Ciudad del Vaticano (Status Civitatis Vaticanæ, en latín y oficialmente; Stato della Città del Vaticano, en italiano), un enclave dentro de la ciudad de Roma, en la República Italiana. El Estado Vaticano es un estado independiente y reconocido internacionalmente, que aunque estrechamente ligado a la Sede Apostólica, son entidades distintas, ya que el Estado Vaticano es un Poder Temporal, mientras que la Sede Apostólica se entiende como poder Espiritual por los católicos.

El líder religioso es el Papa, que es el obispo de Roma, quien recibe el trato honorífico de Su Santidad (S.S.), y que en la actualidad ostenta Benedicto XVI, nombre adoptado por el Cardenal electo Joseph Ratzinger, de origen alemán.

La palabra «Iglesia» ["εκκλεσία" (ekklesia), del griego "εk-kαλειν"(ek-kalein) - 'llamar fuera'] significa 'convocación'. Designa asambleas del pueblo (Cf. Hch 19, 39), de carácter religioso. Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como su pueblo santo (Cf. Ex 19). Dándose a sí misma el nombre de "Iglesia", la primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea. En ella, Dios "convoca" a su Pueblo desde todos los confines de la tierra. El término "Kiriaké", del que se deriva las palabras "church" en inglés, y "Kirche" en alemán, significa "la que pertenece al Señor".

El término «católico» proviene del griego καθολικός (katholikós), que significa 'universal'. Ignacio de Antioquía da en el año 110 el testimonio más antiguo de este nombre: "Donde esté el obispo, esté la muchedumbre, así como donde esté Jesucristo esté la Iglesia Católica" (Carta a los Esmirniotas 8:2). En los tres primeros siglos de la Iglesia los cristianos decían "cristiano es mi nombre, católico mi sobrenombre".[cita requerida] Posteriormente se usó el término "católico", para distinguirse de otros grupos cristianos cuyas doctrinas diferían de la línea principal (como los gnósticos).

La Eucaristía.

La Iglesia Católica se ve a sí misma y se proclama como la encargada por Jesucristo para ayudar a recorrer el camino espiritual hacia Dios viviendo el amor recíproco y por medio de la administración de los sacramentos (bautismo, eucaristía, confirmación, penitencia, matrimonio, orden sacerdotal y unción de los enfermos), a través de los cuales Dios otorga la gracia al creyente.

La Iglesia Católica considera que tiene encomendada la misión de elaborar, impartir y propagar la enseñanza cristiana, así como la de cuidar de la unidad de los fieles. Debe también disponer la gracia de los sacramentos a sus fieles por medio del ministerio de sus sacerdotes. Además, la Iglesia Católica se manifiesta como una estructura piramidal, en la que debe cuidar de mantener la unidad de todos los fieles y su obediencia a la doctrina oficial.

La autoridad para enseñar o Magisterio de la Iglesia basa sus enseñanzas tanto en las Sagradas Escrituras como en la Sagrada Tradición.
Artículo principal: Notas de la Iglesia
De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, esta es Una, Santa, Católica y Apostólica. Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí, indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. (CIC, 811).

Los católicos profesan su fe en los cuatro atributos de la Iglesia Católica a través del Credo de los Apóstoles y del Credo de Nicea-Constantinopla, por lo que se las tiene como Artículo o Dogma de Fe.
Los cuatro atributos de la Iglesia Católica son: Unidad: La Iglesia es una debido a su origen, Dios mismo. Dios es uno. Es una debido a su Fundador, Cristo. El apóstol San Pablo, en su 1º Carta a los Corintios, hace referencia a la Iglesia como Cuerpo de Cristo. 

"Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo" (1º Co. 12, 12). En otra carta, también Pablo enseña sobre este atributo: "Mantengan entre ustedes lazos de paz y permanezcan unidos en el mismo espíritu. Un solo cuerpo y un mismo espíritu, pues ustedes han sido llamados a una misma vocación y una misma esperanza. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todos, que actúa por todos y está en todos." (Ef. 4, 3-6).Cristo mismo enseña y ruega por esta unidad característica de la Iglesia fundada por Él: "Que todos sean uno, como tú, Padre, estas en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". (Jn. 17, 20-21).

Santidad: la Iglesia Católica, a pesar de los fallos y faltas de cada uno de los creyentes que aún peregrinan en la Tierra, es en sí misma santa pues Santo es su fundador y santos son sus fines y objetivos. Asimismo, es santa mediante sus fieles, ya que ellos realizan una acción santificadora. En la Iglesia Católica es quien contiene la plenitud total de los medios de salvación, y en donde se consigue la Santidad por la gracia de Dios. Es Santa porque sus miembros están llamados a ser santos.

Catolicidad: con el significado de "universal" la Iglesia Católica es católica en cuanto busca anunciar la Buena Nueva y recibir en su seno a todos los seres humanos, de todo tiempo y en todo lugar; dondequiera que se encuentre uno de sus miembros, allí está presente la Iglesia Católica. y también, como lo señala el Catecismo de la Iglesia Católica, es católica porque Cristo está presente en ella, lo que implica que la Iglesia Católica recibe de Él la plenitud de los medios de salvación.

Apostolicidad: la Iglesia Católica fue fundada por Cristo sobre el fundamento de Pedro, Cabeza de los Apóstoles, y constituyendo en autoridad y poder a todo el Colegio Apostólico; aseguran que Pedro y los demás Apóstoles tienen en el Papa y los Obispos a sus sucesores, que ejercen la misma autoridad y el mismo poder que en su día ejercieron los primeros, proveniente directamente de Cristo. También es apostólica porque dicen que guarda y transmite las enseñanzas oídas a los apóstoles.

Según el catolicismo, estos atributos se encuentran en todas las Iglesias particulares que engloba la Iglesia católica, que son las Iglesias particulares de la Iglesia católica Romana (Rito Latino) y las Iglesias Rituales Autónomas (Ritos Orientales); todas ellas tienen en común los mencionados atributos o características esenciales y la autoridad suprema del Supremo Pontífice como vicario de Cristo en la Tierra.


Por lo tanto, la Iglesia católica se considera a sí misma como heredera de la tradición y la doctrina de la iglesia primitiva fundada por Jesucristo y, por lo tanto, como la única representante legítima de Cristo en la tierra, mediante la figura de los obispos, sucesores sin interrupción (siempre según esta creencia) de los apóstoles, y herederos, por lo tanto, del mandato de Jesús de cuidar de su Iglesia (en el evangelio según Juan 21:17, Jesús le dice a Pedro "Apacienta a mis ovejas"). De allí el lema "Donde está Pedro está la Iglesia" (Ubi Petrus ibi ecclesia).

Asunción de la Virgen, Tiziano, Santa Maria gloriosa dei Frari (Venecia). Una creencia que separa al catolicismo del resto del cristianismo son los Dogmas Marianos.

La característica más sobresaliente y genuina para distinguir a los católicos es su posición personal respecto al obispo de Roma. Este recibe el título de Papa y se le considera no sólo obispo de su diócesis sino Obispo de la Iglesia católica entera, es decir, Pastor y Doctor de todos los cristianos debido a que es considerado el sucesor de San Pedro[3] (por las elecciones ininterrumpidas del colegio cardenalicio en el cónclave hasta Benedicto XVI quien es el Papa Nro. 265) y así, Vicario de Cristo.

El Papa goza en la Iglesia católica de un estatus de jerarquía suprema, poseyendo el primado sobre todos los demás obispos y la plenitud de la potestad de régimen (como se denomina en la Iglesia Católica al poder legislativo, ejecutivo y judicial), la cual puede ejercer de forma universal, inmediata y suprema sobre todos y cada uno de los pastores y de los fieles católicos. La autoridad del obispo de Roma, su jerarquía dentro del Magisterio de la Iglesia Católica es reconocida solo por los católicos, y no así por los cristianos no católicos.
Otras partes del doctrina católica sobresalientes y distintivas en relación al resto de los cristianos son la creencia en el Dogma de la Inmaculada Concepción, y en la Asunción de María, madre de Jesús, así como la fe en la autoridad espiritual efectiva de la Iglesia Católica para perdonar pecados y remitir las penas temporales debidas por ellos, mediante el Sacramento de la Penitencia y las indulgencias.

Otro Dogma de fe sobresaliente en la Iglesia Católica es la creencia en la Eucaristía, y en su Transubstanciación ya que el pan y el vino presentados en el Altar se transforman realmente en el cuerpo y en la sangre de Cristo.
Ver también el anexo Diócesis católicas

La Iglesia católica tiene miembros en todos los países de la Tierra, aunque su presencia varía desde mayoritaria en algunos a casi nula en otros. Es una organización jerárquica en la que el clero ordenado está dividido en obispos, presbíteros y diáconos.

Basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma y Madre y Cabeza de todas las iglesias del Mundo, por su condición de sede del Romano Pontífice.

El clero está organizado de forma jerárquica, pero tiene en cuenta la comunión de los fieles. Cada miembro del clero depende de una autoridad superior, pero la autoridad superior debe ejercer su gobierno teniendo en cuenta la comunidad, a través de consultas, reuniones, intercambio de ideas.

Territorialmente, la Iglesia católica se organiza en diócesis o Iglesias particulares, cada una bajo la autoridad de un obispo; algunas de éstas, de mayor rango, son llamadas arquidiócesis (o archidiócesis, bajo la autoridad de un arzobispo). En las iglesias orientales católicas, suelen llamarse eparquías y archieparquías, respectivamente. Actualmente, existen 2796 diócesis, de las cuales 621 son arquidiócesis. La diócesis de Roma, que incluye a la Ciudad del Vaticano, es la Sede Papal. Asimismo, existen 9 Patriarcados (3 latinos y 6 de ritos orientales), 9 Exarcados Patriarcales y 5 territorios dependientes de Patriarcas.

Algunos territorios, sin llegar a considerarse diócesis, funcionan en la práctica como tales: son las prelaturas y abadías territoriales, regidas por un prelado o un abad, respectivamente. Actualmente, existen 48 prelaturas territoriales, la mayoría en América del Sur (sobre todo en Brasil y Perú), y 11 abadías territoriales, principalmente en Italia, así como 1 prelatura personal (la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei), con sede en Italia, 35 ordinariatos militares y 8 ordinariatos para los fieles de ritos orientales.

Las diócesis pueden agruparse en provincias eclesiásticas y éstas, a su vez, en regiones eclesiásticas. La arquidiócesis que preside una provincia eclesiástica es llamada metropolitana. En ocasiones, la provincia eclesiástica está conformada únicamente por la arquidiócesis metropolitana. De las 621 arquidiócesis existentes, 540 son metropolitanas, 4 son archieparquías mayores (una de ellas posee además 3 exarcados archiepiscopales, en Ucrania) y las restantes 77 son llamadas arquidiócesis archiepiscopales.

Los territorios en donde la organización de la Iglesia aún no es suficiente para erigir una diócesis (o una eparquía) son dirigidos por un vicario (o exarca) y son llamados vicariatos (o exarcados) apostólicos; actualmente existen 81 vicariatos apostólicos, la mayoría en América Latina, y 16 exarcados apostólicos. Si la organización es muy incipiente, se erigen prefecturas apostólicas (actualmente existen 43, la mayoría en China). Por razones graves, se erigen administraciones apostólicas estables (actualmente existen 9); además, existe la Administración Apostólica Personal de San Juan María Vianney, en Brasil. En los territorios en que la Iglesia aún no ha penetrado oficialmente, se organizan misiones independientes sui iuris (actualmente existen 9).

El gobierno de la Iglesia Católica reside en los sacerdotes:
Los obispos de un país pueden organizarse en una conferencia episcopal (o asamblea de Ordinarios, en Oriente), cuyos cargos son electivos entre los obispos de la misma nación. También existen organizaciones inter-diocesanas que involucran a más de un país. Tenemos así:
Anexo: Tabla de Congregaciones Religiosas Católicas

Las órdenes religiosas no pertenecen a la organización jerárquica de la Iglesia Católica. Ellas pueden ser de dos tipos:

Las congregaciones y órdenes religiosas son establecidas conforme a los tres votos básicos de pobreza, castidad y obediencia. Su fundación es de orden divino conforme lo debe demostrar la santidad del fundador y el mandato celestial expreso, que se concreta en constituciones que han de ser obedecidas en la letra y el corazón. Después del renacimiento, los nuevos movimientos fundados dejan de recibir el nombre orden y se llaman congregaciones. No todas las congregaciones hacen el voto de pobreza, algunas hacen sólo un compromiso de pobreza utilitaria.

Dentro de la Iglesia Católica se encuentran muchas órdenes religiosas monásticas de frailes y monjas, así como también congregaciones e Institutos de vida religiosa. Sus miembros suelen hacer los votos de obediencia, pobreza y castidad; de todos modos los votos a realizar quedan a disposición de la cada institución. Todos ellos dedican sus vidas enteramente a Dios. Otras prácticas religiosas incluyen el ayuno, la meditación, la oración, la penitencia y la peregrinación.

La finalidad fundamental de los miembros de las órdenes y congregaciones es salvar su propia alma y ser ejemplo salvífico para toda la sociedad precisamente con su pobreza, castidad y obediencia, vividas conforme al carisma específico de la constitución de cada orden o congregación. Ejemplos de congregaciones con mayor presencia de elementos:
Artículo principal: Iglesias orientales católicas

La división entre las iglesias de oriente y occidente dio lugar a la existencia de comunidades de ritos orientales que se mantuvieron o entraron en plena comunión con la iglesia de Roma, conservando su liturgia, pero que en algunos casos se han latinizado en algún grado. Algunas nunca han estado en cisma con la iglesia de Roma (como la iglesia Maronita y la ítalo-albanesa) y otras han surgido de divisiones de las iglesias Ortodoxas o de las antiguas iglesias nacionales de oriente.

En el pasado fueron también llamadas uniatas pero hoy el término es considerado despectivo e inexacto. Regularmente constituyen minorías en países donde su contraparte ortodoxa predomina (como en Grecia, Serbia, Bulgaria, Armenia y Rusia), otras son minorías junto con sus contrapartes ortodoxas en países donde predomina otra religión (melquitas en Siria, caldeos en Iraq, malankaras en la India, etc.) y otras no tienen contraparte en cisma con Roma (maronitas e ítalo-albaneses), también debido a la migración muchos católicos orientales viven hoy en países occidentales (Australia, América del Norte, Argentina, Brasil, Francia, etc).
Son consideradas iglesias sui iuris y están en un plano de igualdad con el rito latino, como afirmó el Concilio Vaticano II a través del documento Orientalium Ecclesiarum. Los fieles de estas iglesias están fuera de las jurisdicciones de los obispos latinos, excepto en los casos donde no tengan una jurisdicción propia. De la misma manera los católicos latinos están fuera de las jurisdicciones de los obispos orientales, excepto en Eritrea, país donde no existe jerarquía latina, en parte de Etiopía, en las diócesis siro-malabares que están fuera del estado de Kerala en la India y en algunas parroquias de las eparquías ítalo-albanesas de Italia.
La organización eclesial de las iglesias orientales católicas está gobernada por el Código de Cánones de las Iglesias Orientales, que fue promulgado por el papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1990 y entró en vigor el 1 de octubre de 1991.
Las Iglesias patriarcales eligen su propio patriarca a través de su Sínodo patriarcal, el cual luego de ser elegido es inmediatamente proclamado y entronizado sin intervención del Papa a quien luego le remite la comunión eclesial En su propio territorio canónico sus obispos son elegidos por el Sínodo Patriarcal tomándolos de una lista de candidatos previamente aprobada por la Santa Sede. También los santos Sínodos pueden erigir diócesis dentro de su territorio canónico, pero no en países occidentales.

En el caso de la Iglesia greco-católica rusa, los dos exarcados apostólicos existentes en Rusia y China antes de las revoluciones marxistas en esos países no han sido aún reactivados por la Santa Sede, dependiendo los fieles en Rusia de los obispos latinos y ucranianos, en China la Iglesia continúa en las "catacumbas", las pocas parroquias existentes en países occidentales dependen de obispos latinos.

La Iglesia católica bizantina en América (aunque es parte de la Iglesia católica rutena, lo mismo que el exarcado de la República Checa y la Eparquía de Mukachevo, constituye una jurisdicción independiente, no existiendo en la práctica ningún órgano que reúna a estas jurisdicciones rutenas, como tampoco existe para las jurisdicciones que constituyen, por ejemplo, la Iglesia católica bizantina griega o la Iglesia católica ítalo-albanesa).

En el caso de la iglesia albanesa, la Santa Sede ha reactivado la administración apostólica del Sur de Albania que a pesar de ser catalogada como de rito oriental, tiene un obispo latino y la mayoría de sus escasos fieles son también de este rito.
La iglesia bielorrusa es la más floreciente de las tres, pero debido a las diferencias con el Patriarcado Ortodoxo de Moscú, la Santa Sede no le ha nombrado aún jeraquía, dependiendo sus fieles directamente de la Congregación para la Iglesia Oriental.

Existió una pequeña comunidad católica bizantina georgiana, pero nunca fue erigida en iglesia ni incluida en la lista oficial de ritos orientales publicada en el Anuario Pontificio.
La Santa Sede ha erigido también cinco ordinariatos para los fieles de rito oriental desprovistos de un ordinario de su propio rito, estos ordinariatos se encargan de la atención espiritual de católicos orientales de ritos sin jerarquía organizada en la Argentina, Francia, Austria, Polonia y Brasil, dependiendo de los arzobispos latinos de Buenos Aires, París, Viena, Varsovia y Río de Janeiro respectivamente.
Artículo principal: Historia del Cristianismo

Según la doctrina católica, Jesús fundó una comunidad cristiana jerárquicamente organizada y con autoridad, dirigida por los apóstoles (el primero de los cuales era San Pedro). Posteriormente (según los Hechos de los apóstoles), los apóstoles y los primeros seguidores de Jesús estructuraron una iglesia organizada, al repartir responsabilidades entre obispos, presbíteros y diáconos, a medida que iban propagando el cristianismo.

Una carta escrita poco después del año 100 por san Ignacio de Antioquía a los de Esmirna (capítulo 8) es el texto más antiguo que se conserva en el cual se usa el término ἡ καθολική ἐκκλησία (la Iglesia católica o universal): "Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; tal como allí donde está Jesús, allí está la Iglesia Católica." De esta Iglesia él evidentemente excluía a los herejes, contra los cuales usó palabras muy fuertes: "fieras en forma humana - hombres a quienes no sólo no deberíais recibir, sino, si fuera posible, ni tan sólo tener tratos con ellos" (capítulo 4).

Dentro de esta Iglesia católica, el obispo de Roma llegó a tener una importancia particularmente grande. Según algunos, esto fue por motivos políticos: Roma fue la capital del Imperio Romano hasta que el Emperador Constantino I el Grande hizo de Constantinopla la nueva capital, el 11 de Mayo de 330[cita requerida]. Otros atribuyen esta importancia al hecho, reconocido entonces por todos, que el obispo de Roma era sucesor de san Pedro, a quien, según el Evangelio de Lucas 22:32, Jesús eligió para la misión de confirmar en la fe a sus compañeros. Incluso en el primer siglo, cuando todavía vivía el Apóstol Juan, el papa Clemente, obispo de Roma 89-97, escribió a la comunidad cristiana de Corinto para resolver un problema interno de esa Iglesia particular.

La tradición que San Pedro fue a Roma y ahí murió martirizado se basa también en esta carta de san Clemente, que menciona su martirio (capítulo 5), en la carta de San Ignacio de Antioquía a los Romanos ("No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo." – capítulo 4), y en la obra de c. 175-185 Contra las herejías (libro III, 1.3.1) de San Ireneo de Lyon, donde dice: "Como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo, la que desde los Apóstoles conserva la Tradición y «la fe anunciada» (Rom 1,8) a los hombres por los sucesores de los Apóstoles que llegan hasta nosotros".
El Concilio de Nicea I (325) condenó el Arrianismo excluyendo de la Iglesia los seguidores de esta opinión teológica. Otros Concilios también definieron más precisamente la fe católica y excluyeron a otros grupos, en particular los Concilios de Éfeso (431) y de Calcedonia (451)[cita requerida].

La Iglesia católica, que en su momento abarcó todo el territorio del Imperio Romano (desde Hispania hasta Siria), adquirió en gran parte su forma actual luego del todavía insoluble Gran Cisma entre sus porciones de Occidente y Oriente (cuya iglesia, aún denominada como "Católica Ortodoxa", pasaría a ser conocida solo por esta última palabra) ocurrido en el año 1054 a causa de las rivalidades entre los patriarcados de Roma y Constantinopla y, teológicamente, alrededor de la cláusula filioque.

El rechazo de la autoridad papal por causas de independencia política y económica y el rechazo de Martín Lutero al hecho de que se cobrara dinero por las indulgencias, provocó el surgimiento del protestantismo en 1517, otro importante cisma siguió con el surgimiento de la Iglesia Anglicana (nacida del Acta de Supremacía inglesa en 1534).
Véase también: Inquisición

El término Inquisición (latín: Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium') hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía en el seno de la Iglesia Católica. La Inquisición medieval, de la que derivan todas las demás, fue fundada en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir las herejías de los cátaros, albigenses y valdenses. En 1249, se implantó también en el reino de Aragón (fue la primera Inquisición estatal) y que en la Edad Moderna, con la unión de Aragón con Castilla, fue extendida a ésta con el nombre de Inquisición Española (1478 - 1821), bajo control directo de la monarquía hispánica, cuyo ámbito de acción se extendió después a América; la Inquisición portuguesa (1536 - 1821) y la Inquisición romana (1542 - 1965).
Artículo principal: Contrarreforma

Contrarreforma fue la respuesta a la reforma protestante de Martin Lutero, que había debilitado a la Iglesia Católica. Denota el período de resurgimiento católico desde el pontificado del Papa Pío IV en 1560 hasta el fin de la Guerra de los Treinta Años, en 1648. Sus objetivos fueron renovar la Iglesia Católica y evitar el avance de las doctrinas protestantes.

El papa Juan Pablo II destacó por su apertura al diálogo entre religiones y su carisma entre la juventud católica. El papa Benedicto XVI, actualmente la cabeza de la Iglesia Católica, es considerado un prominente teólogoSegún el Anuario Pontificio 2009, el número de católicos en el mundo en el año 2007, último contabilizado, era de 1147 millones.

La Iglesia católica contabiliza como católicos a todos los bautizados en la Iglesia que no hayan hecho acto formal de defección de ella, incluso si no asisten a sus actos, no reciben sus sacramentos, no bautizan a sus hijos, no viven de acuerdo a sus enseñanzas y no reconocen las enseñanzas básicas de la fe, incluso rechazándolas de plano. Según la Iglesia a pesar de todo esto los cuenta como miembros porque no se considera un grupo de perfectos, sino de pecadores:
Jesús les dijo: «No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan».
Lucas 5:31-32

Para la Iglesia Católica todos los bautizados son considerados miembros de la Iglesia a todos los efectos, tantos derechos como deberes. Lo mismo sucede con la primera comunión. También puede que sea un acto social para ciertos grupos sociales el matrimonio eclesiástico, pero quienes lo hacen son adultos que actúan sin más presión que la costumbre y son responsables de sus actos (no era así cuando, en regímenes políticos católicos, el matrimonio eclesiástico era la única forma para los bautizados de legalizar la unión conyugal, y la unión de hecho un delito). Pero celebrar la primera comunión o el matrimonio eclesiástico, con o sin sincera devoción, no es lo que los hace católicos, sino el bautismo; y el no celebrarlos tampoco automáticamente excluye de la Iglesia Católica, finalmente depende de cada católico y su fe la forma en que se recibe cada sacramento.

Es posible abandonar de la Iglesia mediante un acto «un acto formal» de defección, según se encuentra regulado en el Código de derecho canónico, cumpliendo con la manifestación formal de la voluntad de realizar tal acto ante la autoridad eclesiástica competente. Aún habiendo realizado declaración de apostasía, conforme al derecho canónico, el vínculo sacramental de pertenencia a la Iglesia dado por el bautismo permanece, dado el carácter sacramental del bautismo, que es indeleble.

La excomunión es una pena medicinal, una medida cuyo fin es la conversión, no la expulsión. Por eso sólo inhabilita para tomar parte de lleno en las actividades de la comunidad, pero el excomulgado sigue siendo considerado miembro de la Iglesia Católica.

Algunos críticos opinan que quienes no aceptan todos los principios del catolicismo no deberían llamarse católicos, los que no realizan el acto formal de defección pueden con total libertad personal considerarse todavía dentro de la Iglesia Católica, al igual que aquellos católicos cuyas infidelidades intelectuales y morales son mucho menos notables y otros que se declaran católicos sólo como una etiqueta de identidad cultural.

La doctrina de la Iglesia Católica exige de los fieles la aceptación del Magisterio (la doctrina oficial), siendo delito de herejía "la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma" (canon 751 del Código de Derecho Canónico). Actualmente, sólo se inician acciones disciplinarias contra los teólogos católicos que defienden, con cierta influencia, ideas alternativas en esos terrenos, privándolos de la autoridad de enseñar con el título de profesores de teología católica, pero no respecto a los fieles comunes, por mucha que sea su relevancia pública, contra los cuales puede aplicar sólo penas espirituales.

En Alemania 1,78 millones de católicos, con una declaración hecha delante de la autoridad civil y reconocida por los obispos, han «salido de la Iglesia Católica» desde 1990 para evitar el impuesto eclesiástico (que de promedio se eleva a 9 % de la renta imponible): 143.500 en 1990, 192.766 en 1992, 168.244 en 1995, 101.252 en 2004, año en el cual 141.567 protestantes hicieron el mismo paso.

En otros países, mientras generalmente las personas se alejan de la Iglesia Católica sin desear cortar formalmente su conexión con ella, algunas asociaciones de ateos o escépticos y algunos grupos protestantes animan a entregar declaraciones de apostasía o herejía. Sólo con la carta circular del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos del 13 de marzo de 2006 se hizo totalmente claro el procedimiento eclesiástico a seguir en estos casos. Artículo principal: Iglesia Católica por país Mapa que muestra el porcentaje de católicos en los diferentes países (Colores aproximados).

El número total teórico de católicos, si se toman como tales a los bautizados, en el mundo es de más de mil millones, concentrándose en los continentes de Europa y América y en países en vías de desarrollo. En los últimos años, ha habido un aumento de católicos con respecto a la población en África.

En Europa, los bautizados como católicos son mayoritarios en la población de los siguientes países: Andorra, Austria, Bélgica, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, España, Francia, Gibraltar, Hungría, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Lituania, Luxemburgo, Malta, Mónaco, Polonia, Portugal, San Marino. En Alemania, República Checa, Países Bajos, Suiza, e Irlanda del Norte, están representados por números similares a los de los protestantes.

En los países de habla inglesa y en general en la Mancomunidad Británica de Naciones (en inglés, Commonwealth of Nations) el catolicismo no ha prosperado a raíz del desencuentro histórico de Enrique VIII con la autoridad espiritual del Vaticano.

La mayor parte de la población de América Latina se considera católica en mayor o menor grado, (exceptuando Cuba, en donde el catolicismo se extiende a poco más de la mitad de la población). El país con mayor cantidad de católicos en el mundo es Brasil (139,5 millones)

En Asia, los países católicos como Filipinas (antigua colonia española) y Timor Oriental (antigua colonia portuguesa) están rodeados de países musulmanes; en otros, como Líbano, sólo lo son la mitad de la población y en Palestina y Siria, hay pequeñas minorías destacables, y algo menores aún en Corea, India, y Vietnam.

En África, los católicos mayoritarios en la población de sus países están en Angola, Burundi, Cabo VerdeCongo, Guinea Ecuatorial, Lesoto, Reunión, Santo Tomé y Príncipe y Seychelles. El total de católicos africanos es de más de 100 millones.

La Iglesia católica actualmente atiende a su compromiso social, misioneros religiosos y laicos, mujeres y hombres viajan a diferentes países en forma regular realizando obras sociales tanto materiales como de apoyo moral y espiritual, la agrupación católica de mayor presencia mundial, número de obras y número de elementos es Cáritas, la cual realiza diferentes labores humanitarias y guía proyectos humanos, con presencia en los 5 continentes. En casi todas las diócesis del mundo, en los países donde le es permitido, la Iglesia Católica lleva a cabo algún tipo de obra social. 

La cantidad de Fundaciones o Pastorales parroquiales de ayuda es innumerable, y lo abarca prácticamente todo: desde escuelas, dispensarios, centros de acogida para niños y ancianos, hasta hospitales, centros de rehabilitación de toda índole, leproserías, etc. Hacia el año 2000, la Iglesia administraba 408.637 parroquias y misiones, 125.016 escuelas primarias y secundarias, 1.046 Universidades, 5.853 Hospitales, 13.933 centros de acogida para ancianos y discapacitados y 74.936 dispensarios, leproserías, enfermerías y otras instituciones. En total, la Iglesia es responsable de la educación de 55.440.887 niños y jóvenes (más de 55 millones), y disponde de 687.282 centros sociales en todo el mundo.

La contribución del Estado al sostenimiento económico de la Iglesia Católica tiene explicaciones diversas según la historia y cultura de cada país, y en cada caso tiene un alcance diferente. En Alemania la relación Iglesia-Estado es mayor por el predominio de la Unión Democrática Cristiana desde hace muchos años. A los católicos que se declaran como tales les gravan en forma de impuesto sus donaciones (la Iglesia Evangélica también). Para evitar esto muchos alemanes han dejado expresamente la Iglesia, ya que los que no profesan la religión no contribuyen.

En Argentina, los obispos ordenados antes de 1994 reciben un haber salarial y luego jubilatorio, asignado y pagado directamente por el Estado argentino, equivalente al de un juez de primera instancia (aproximadamente 1300 euros mensuales).[cita requerida]

En Chile, además de las limosnas y colectas en cada iglesia local o a nivel nacional, los fieles y cualquier persona en general tienen la posibilidad de donar voluntariamente a la Iglesia Católica el 1% de sus ingresos mensuales, inscribiéndose en la parroquia correspondiente.

En España, las aportaciones del Estado a la Iglesia Católica, establecidas por ley, van destinadas a fines tales como la conservación del patrimonio histórico-artístico, a la enseñanza concertada y a las obras sociales promovidas por la Iglesia Católica. Además de las donaciones directas de los fieles, la contribución a la Iglesia Católica se realiza a través de una asignación voluntaria en la declaración de la renta del 0,7%. Esto supone unos ingresos de 170 milones de euros anuales.

En México, la Iglesia Católica está totalmente separada del Estado y no recibe aportaciones de ningún tipo por parte de éste. Anteriormente, la iglesia recibía ingresos importantes durante la época colonial, debido a sus grandes propiedades y al dinero que le daban los fieles; cobraba obligatoriamente el diezmo, además de que hacía préstamos y cobraba intereses. Esto continuó luego de la independencia hasta que a finales del siglo XIX, el presidente Benito Juárez decretó las Leyes de Reforma. Con esto, el gobierno amortizó los bienes del clero y separó legalmente a la Iglesia Católica del Estado, instauró el registro civil, y las liturgias y sacramentos de la iglesia pasaron a no tener valor legal. Actualmente, la iglesia se sostiene, únicamente, con las limosnas voluntarias de sus fieles. Edificios y lugares como templos, parroquias, catedrales, monasterios, conventos y basílicas, especialmente los expropiados por Benito Juárez y Plutarco Elías Calles son patrimonio de la nación y son encargados en comodato a las asociaciones religiosas. La mayoría de estos inmuebles datan de la época colonial y son de un gran valor histórico y artístico. Debido a que son propiedad del estado, la iglesia no tiene permiso de realizar modificaciones a estos edificios, y todo cambio está sujeto a consideración del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Por su parte, los obispos no tienen jubilación por parte del Estado y los sacerdotes, aunque son reconocidos como ciudadanos mexicanos, no tienen ni voz ni voto en las decisiones del estado.
Artículo principal: Críticas a la Iglesia Católica

La Iglesia Católica ha recibido muchas críticas a lo largo de su historia, desde dentro como desde fuera de ella. Las críticas pueden dividirse en doctrinales y de prácticas de sus miembros.

Prácticas de sus miembros entre ellas cabe mencionar las críticas a la Santa Inquisición, tema que según la Iglesia Católica de España, ha sido exagerado y falsificado. A este tipo pertenece el escándalo de casos de abuso sexual que han dado lugar a condenas penales y civiles en varios países. También ha recibido críticas por el apoyo activo que algunos miembros destacados de la jerarquía católica dieron a regímenes dictatoriales (dictaduras militares en América Latina, regímenes fascistas en España e Italia o la posición negacionista de ciertos clérigos).

Criticas en materia doctrinal las criticas en cuanto a la doctrina se han basado muchas veces en que la iglesia católica expone creencias, doctrinas y conceptos que algunos piensan no están presentes en la Biblia. Además, se destaca la controversia con grupos protestantes en torno a algunos libros bíblicos, considerados apócrifos por los Protestantes (Entre ellos, el libro del Eclesiástico y Tobit) los cuales se encuentran definidos como parte del canon original de la Biblia (conocido como Canon Alejandrino o Canon Católico), conformando la clasificación de los libros bíblicos Deuterocanónicos.

Misterios de Fátima

«Los tres misterios de Fátima» es el nombre usado para referirse a tres secretos que la Virgen de Fátima habría confiado a tres pastores portugueses.
En octubre de 1917, tres jóvenes pastores portugueses, Lucía dos Santos y sus primos Jacinta y Francisco Marto, proclamaron haber presenciado una aparición de la Virgen María. La visión de María es hoy popularmente descrita como Nuestra Señora de Fátima.
El 13 de julio, la Virgen María confió tres secretos - en forma de profecías - a los jóvenes visionarios. Dos de los secretos se revelaron en 1941, en un documento escrito por Lucía para ayudar con la canonización de sus primos, mientras el tercero debía quedarse en secreto, aunque el Obispo de Leiria ordenara a Lucía ponerlo en escrito para presentarlo al Papa. Lucía escogió la fecha de 1960 para revelar el secreto, porque ella dijo pensar que "para entonces será más claramente entendido". El texto del tercer secreto fue liberado por Papa Juan Pablo II, el 26 de junio del 2000.

El primer secreto era una visión del Infierno:

Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que pareció estar bajo la tierra. Hundido en este fuego estaban demonios y almas en la forma humana, como ascuas transparentes de ardor, todo bronce ennegrecidos o bruñidos, flotando cerca de la conflagración, ahora levantados en el aire por las llamas que saltaron de dentro de sí mismos junto con grandes nubes de humo, ahora recurriendo a cada lado parecidas a chispas en un fuego inmenso, sin el peso o el equilibrio, y entre chillidos y gemido de dolor y desesperación, que nos horrorizó y nos hizo temblar de temor. Los demonios podrían ser distinguidos por sus aterradoras y repulsiva formas semejantes a animales espantosos y desconocidos, todos negros y transparentes. Esta visión duró por un instante. Cómo pudimos jamás estar suficientemente agradecidos a nuestra Madre celestial amable, que ya nos había preparado prometiendo, en la primera Aparición, para tomárnos al cielo. De otro modo, yo pienso que habríamos muerto del temor y el terror....

El segundo incluyó las instrucciones de María de cómo salvar las almas del Infierno y reconvertir el mundo a la cristiandad:

Ustedes han visto el infierno donde las almas de los pobres pecadores van. Para salvarlos, Dios desea establecer en la devoción de mundo al Corazón Inmaculado. Si lo que digo a usted es hecho, muchas almas se salvarán y habrá la paz. La guerra terminará: pero si las personas no dejan de ofender Dios, una peor estallará durante el Papado de Pío XI. Cuándo ustedes vean una noche iluminada por una luz desconocida*, sepan que esto es el gran signo dado a ustedes por Dios que él está a punto de castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre, y las persecuciones de la Iglesia y del santo Padre. Para prevenir esto, yo vendré a pedir la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado, y a la Comunión de reparación en los Primeros sábados. Si se hacen caso de mis pedidos, Rusia se convertirá, y habrá la paz; si no, ella esparcirá sus errores a través del mundo, causando las guerras y las persecuciones de la Iglesia. El bueno será martirizado; el santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Al fin, el Corazón Inmaculado triunfará. El santo Padre consagrará Rusia a mí, y ella será convertida, y un período de paz será otorgado al mundo.

Debido a la larga demora para revelar el tercer misterio, existen numerosas y variadas teorías que han circulado en la Iglesia y fuera de ella. Algunas proclaman que habla de la guerra nuclear, la deposición del Papa, el asesinato de un Papa, o del reemplazo de un Papa por un impostor. Finalmente, durante una visita a Portugal para la beatificación de los videntes Francisco y Jacinta (Lucia estaba todavía viva), el Papa Juan Pablo II anunció por medio de su Secretario de Estado, el Cardenal Angelo Sodano, que él había decidido hacer público el texto del tercer misterio. Unos pocos meses más tarde, el texto fue liberado por el Vaticano, junto con una discusión del significado del texto.

Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él » a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre ».

También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.

En 1984 el entonces cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI) dijo que el Tercer Misterio pertenecía a "... los peligros que amenazan la fe y la vida del cristiano, y por lo tanto del mundo. Y entonces la importancia del 'novissimi' (los últimos acontecimientos a fines de tiempo)".

El obispo de Fátima, Cosme do Amaral dijo en 1984: "Su contenido concierne sólo a nuestra fe. Para identificar [el Tercero] el Misterio con anuncios catastróficos o con un holocausto nuclear deberá deformar el significado del mensaje. La pérdida de la fe de un continente es peor que la aniquilación de una nación; y es verdad que esa fe disminuye continuamente en Europa."

El cardenal Mario Ciappi, teólogo papal bajo Pablo VI y Juan Pablo II escribió: "En el Tercer Secreto se predice, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia empezará en lo alto."

El Papa Juan Pablo II contó en 1980 que sus antecesores no liberaron el secreto "por no alentar el poder del mundo comunista a hacer ciertos movimientos". Criticó a las personas que desearon conocer el misterio sólo por mera curiosidad y sensacionalismo sin querer -- o sintiéndose que harían bien -- para tomar medidas en sí mismo contra el mal. Tomando un rosario él concluyó: "Aquí está el remedio contra este mal. Ore, ore, y no pida nada más. Salga todo más a la Madre de Dios."

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